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sábado, 6 de septiembre de 2014

HIJOS DE LOS OCHENTA

En el 2015 electoral, más de la mitad del padrón que votará, nació después de 1983. Esto significa que más de cinco de cada diez argentinos que sufraguen,  no vivieron los episodios traumáticos de la Argentina indeseada y aislada en el orden internacional, es decir,: ni la violencia de los setenta ni la guerra de Malvinas y fueron al jardín de infantes durante la era Alfonsín, se educaron (o maleducaron) durante el menemismo y apenas pudieron vivenciar "racionalmente", el post 2001 y el kirchnerismo. Esto explica también en parte, tanta pasividad -por inexperiencia histórica-, ante el rebrote inflacionario, que a muchos, con el recuerdo de la hiperinflación alfonsinista, por el contrario, nos espanta. Precisamente, este cambio cuantitativo en lo generacional, supone un impacto valorativo de gran relevancia política, sobre todo, en términos de liderazgo. La gente de 60 a 80 años, incluyendo la propia Presidente y muchos de sus adláteres -excepto el hipercuestionado Boudou y los dirigentes de "La Cámpora"- más algunos opositores, dejan paso a nuevos candidatos al Ejecutivo y legisladores, de la franja etárea que va de los 40 a 50 años. Esto supone una vocación más dialoguista, mayor tolerancia a la crítica y el disenso, menos utopismo revolucionario y por qué no, mayor capacidad de gestión, sin tanta improvisación. Ya sea con Massa, con Macri o con Scioli mismo, esos rasgos pueden garantizarse porque son el fruto de votantes mayoritariamente socializados en la era Pergolini/Cris Morena o el recién desaparecido Cerati. Ellos, incluyendo hijos de padres divorciados o separados, han forjado hábitos  en la  TV por cable, los CDs y videojuegos, Internet y las redes sociales, conduciéndose sin miedos, sin ataduras al pasado y aún, sin ser tan despiadados con el presente. Son quienes tuvieron cierta atracción coyuntural con la Presidenta, una suerte de "madre actriz" para ellos, pero que el año próximo, dado su pragmatismo acendrado, al crecer, estarían dispuestos a votar cambios en la elite argentina, así como la generación setentista lideró agenda y gobierno en la década pasada.

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