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sábado, 26 de noviembre de 2016

FIDEL CASTRO: LO IMPORTANTE NO ES SU MUERTE SINO SU NEFASTO LEGADO

Por estas horas, lo lloran y llorarán los que lo aman y admiran y festejarán, sí festejarán, los que vomitan cuando escuchan su nombre. Eso generaba Fidel Castro. 

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Sin embargo y parafraseando a Nicolás Maquiavelo, está claro que ejerció el poder como pocos y por esta razón, murió un viernes 25 de noviembre en su lecho de enfermo en La Habana. Muerte natural. Como Stalin, como Mao, Brezhnev, como Napoleón, como Hafez Al Assad, como tantos otros que a lo largo de la historia, fallecieron al lado de sus obsecuentes, sin que nadie les reproche ni sus crímenes ni sus injusticias, mayores aún a las que decían que iban a reparar. Sólo así se entiende que este jesuita de clase media aburguesada y marxista oportunista, haya llegado a tener éxito en derrocar a Batista por medio de un proceso revolucionario en donde él era uno más y logró a fuerza de mucha inescrupulosidad, desembarazarse uno por uno, de los líderes del llamado Movimiento 26 de Julio: Pedro Boitel, Huber Matos y por qué no, hasta el propio Ernesto "Che" Guevara, quien, a partir de sucesivas denuncias -ver caso Regis Debray-, se deduce, Fidel desconfiaba y recelaba muchísimo. Luego, estuvo décadas enteras en el poder: 47 al frente y los últimos 10 años más, entre bambalinas, con algún poder de veto sobre su hermano Raúl. Casi sesenta años, la edad de toda una generación, manipulando, digitando, coaccionando, amenazando, sobornando, expulsando, arengando, victimizándose, todo cuando fuera necesario, practicando la "virtú" o capacidad de ejercer el poder, como le recomendaba Maquiavelo a los Médicis. Castro fue un genial alumno del florentino, varios siglos más tarde. Claro, tuvo ayudas externas inestimables en el largo trayecto. El embargo norteamericano, la excusa perfecta para hambrear a su pueblo, fue una de ellas. Idem la estúpida y torpe decisión de Kennedy, de invadir Bahía de los Cochinos. El subsidio "eterno" de la URSS en agradecimiento por haber se jugado por Moscú cuando otros no lo hicieron, es otra. El final de la Guerra Fría, lejos de ser su tumba, se convirtió en otro soporte para su mito del líder que lograba sobrevivir a todo. 
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Párrafo aparte para la intelectualidad de izquierda de todo el mundo y de América Latina, en particular. Excepto en Rusia, donde hoy se lo venera como "el gran tovarich Castro", quien fuera el primero en un exótico, lejano y tropical continente, animarse a "luchar" contra Estados Unidos, los progresistas europeos y americanos, apoltronados en sus escritorios o cafés burgueses, que cobran en dólares y cuando van a La Habana, se hospedan en los mejores hoteles que la privilegiada cúpula del Partido les garantiza, admiran ese poder de Castro y no su épica contra la injusticia.Esos intelectuales, con muchos de los cuales, Castro cultivó amistad -tampoco creo que sincera-, sienten admiración por ese control social que ejercen este tipo de líderes.  Sólo así se entiende que le hayan perdonado todo lo que ellos mismos desprecian, al menos, públicamente: el militarismo en el que degeneró su "revolución"; el nepotismo de cerrar un régimen que supuestamente "iluminado por la Razón" y confiar el poder a su hermano (Raúl); el hambre de las masas, por más que se lo intente disfrazar de igualdad para todos y demás patrañas; el conservadorismo moral del castrismo y la represión de lo que ellos llaman colectivo LGBT o minorías religiosas, para no aburrir con los históricos "disidentes"; el disimulo e hipocresía de la delincuencia -no olvidar la Operación Mariel- y la prostitución abiertamente pública en el malecón de La Habana; los pactos con extremas derechas o autoritarismos como la propia dictadura argentina de Videla-Viola-Massera. Por esta conducta hipócrita, la izquierda languidece en el mundo. Presa de sus contradicciones, la derecha más reaccionaria, ocupa el lugar que venía a defender, al lado de los obreros desplazados y todos aquellos que tienen sed de justicia en este mundo.
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Me detengo en el carácter simbólico de su figura. Hubiera despertado ese elixir mágico un Fidel Castro en Oceanía? en Escandinavia? en la propia Estados Unidos? seguramente que no. Aquí va el espacio dedicado a nuestra América Latina. Me pregunto si toda la energía dedicada a vanagloriar a este dictador patético, "enorme" figura para muchos, pero también a discutirlo o defenestrarlo, la hubiéramos usado para trazar y concretar nuestro camino al desarrollo y el fin de las desigualdades e injusticias. Sinceramente no me imagino a profesores, escritores, científicos o monjes, es decir, la reserva intelectual o moral del continente asiático, adular o venerar dictadores. Muy por el contrario, suelen ser los más opositores a ellos. Aquí, ocurre todo lo contrario. Será el resentimiento contra Estados Unidos, la representación del hispanismo? la influencia católica? cierto halo aristocratizante que aquí se respira en algunos de esos círculos? Digo esto, si realmente es así, si nos preocupan sobremanera nuestras desigualdades e injusticias. Si no es así, está bien que sigamos inmersos en el mundo de los íconos, mitos y leyendas. Es que el "realismo mágico" es quizás, la mejor manera de ocultar nuestras frustración colectiva de no ser lo que queremos y prometemos ser en este mundo.
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Por último, lo más importante. En contraste con un Allende que se suicidó fiel a sus convicciones, el supuestamente "valiente" Castro murió en su lecho de enfermo, con un cáncer que carcome todo a su alrededor, porque es una enfermedad típica de las culpas y dolores acumulados y culpas y dolores que el propio enfermo genera a los demás. Pero qué hay de los que lo toleraron tanto tiempo? de los que lo adularon? de los que lo aplaudieron? de los que lo veneraron? de los que delataron a quienes pensaban diferente? de los que vieron sus crímenes contra otros y no abrieron la boca? Alguien pensó en ellos? Porque para que Castro sobreviva tanto tiempo en el poder, habiendo generado tanto daño y mostrado tanta ineficiencia crónica y sistémica, a su capacidad para ocultarla y la ayuda externa que recibió, hay que agregarle la complicidad, por acción u omisión, de gran parte de sus propio pueblo. Termina siendo más importante que la vida o muerte física de este tipo de dictadores, el legado fenomenal material que dejan, su gran lastre, el ancla a la decadencia: la destrucción del tejido moral y social que han transmitido a sus generaciones enteras de cubanos: la desconfianza, la falta de solidaridad real, la inautenticidad, la mentira generalizada, la trampa, el ventajismo, la resignación. El espectáculo visto hoy, tras 27 años de postcomunismo, en Bulgaria, Rumania, Albania, la misma Rusia postsoviéticas, con sociedades enteras, ahora enfermas del más crudo "consumismo", pero claro, sin poder adquisitivo como el de los alemanes o anglosajones desarrollados: ese materialismo es fruto paradójicamente de tantas décadas de igualitarismo forzado que implica el pseudocomunismo. Todo esto sobrevive a Fidel pero también a Raúl. Costarán décadas recomponer en Cuba, ese tejido moral y social, algo fundamental para aquellos que nos ilusionamos con ver en esta vida, una Cuba, verdaderamente libre, democrática y justa.

Debo confesar que la noticia sólo me alegró por una razón. Armando Ribas, el filósofo cubano de nacimiento y argentino por adopción, liberal de puro cuño, autor de ese libro genial llamado "Pensamientos para pensar", podrá regresar a su patria. Habitué desde el nacimiento de la Fundación Libertad de Rosario y Premio Rogelio Tomás Pontón en 2013, él nos había comentado hace muchos años, que "con Fidel no cabían en la misma isla" y que sólo volvería, seguramente, cuando no esté más. Ahora sí, estimado Armando, podrá volver.
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lunes, 14 de noviembre de 2016

DONALD TRUMP: "THE AMERICAN GORBACHOV"?

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La teoría realista, una de las más influyentes en la disciplina de la Relaciones Internacionales, concibe el cambio internacional, sólo en términos de modificaciones (poco frecuentes) en la estructura internacional de poder. En tal sentido, no tienen mayor sentido ni relevancia, las variaciones de poder registrados en el plano interno o doméstico: al interior de los gobiernos. Una Venezuela con Chávez al frente, una Rusia bajo el liderazgo de Putin o una Estados Unidos con Obama en la Casa Blanca, no movieron ni mueven el amperímetro del poder mundial. Tampoco a ese orden, lo afectó el 11S ni el ISIS. Como producto de todo ello, autores realistas clásicos como Morgenthau, Mearsheimer y Kissinger rechazan una concepción unipolarista para Estados Unidos y por el contrario, desean acuerdos de balance de poder entre las potencias más gravitantes, como por ejemplo, las del Consejo de Seguridad.

Los constructivistas, en cambio, adhieren a la posibilidad de la influencia de los cambios internos sobre el orden internacional. Fue el ascenso de Gorbachov al frente de la URSS -y no el Papa Juan Pablo II, Reagan ni el fiasco soviético en Afganistán-, el que terminó siendo el acta de defunción del sistema bipolar construido tras la II Guerra Mundial en 1945. Los realistas no habían percibido y de hecho, subestimaron, tal evento doméstico. La realidad del poder mundial se alteró significativamente hace ya 30 años. La decadencia soviética desde los años cincuenta, era pronosticada, incluso desde adentro del viejo Imperio, por no pocos intelectuales, condenados al ostracismo académico. A pesar de las intenciones de Gorbachov de engrandecer a la URSS, terminó haciéndola implotar.

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El triunfo del magnate Donald Trump en Estados Unidos ha tomado a todos por sorpresa, como el propio ascenso gorbachoviano. También hace ya largo rato, se habla de la decadencia norteamericana, quizás desde tiempos de Paul Kennedy y su brillante obra sobre el auge y caída de los Imperios, en pleno tramo final de la Guerra Fría. Immanuel Wallerstein señala inequívocamente que la forma en cómo se materializó el 11S atacando el núcleo del poder norteamericano tan victorioso y poderoso, tras la caída de la URSS, secuestrando aviones con cortaplumas, para hacerlos estrellar en tierra, demuestra que el proceso de decadencia norteamericano hace rato que comenzó. Se percibe en muchos indicadores: la obsesión de todo un pueblo por las armas, los flagelos de la salud como la obesidad y las drogas en los mas jóvenes, las enormes desigualdades de todo tipo, los fracasos militares en Medio Oriente, la mediocridad de los Presidentes desde Ronald Reagan. 

Hoy, muchos están preocupados por las supuestas luces rojas que se encienden con los discursos de Trump sobre el mundo. Profetizan guerras comerciales, muros por doquier, más xenofobia, más racismo, más proteccionismo y como en el período de entreguerras, esta suerte de Hitler americano, si no es detenido institucionalmente -incluyendo un potencial juicio político y hasta un magnicidio-, podría desencadenar hasta conflictos bélicos más graves.

Sin embargo, también podría ocurrir otro desenlace, algo así como el de 1989, al revés, incluso con efectos más benévolos, esta vez, afectando a la propia Estados Unidos, como en su momento impactó sobre la URSS. Las políticas trumpianas podrían generar nuevas alianzas en el mundo: con Rusia e Israel, con Turquía, con Japón y no tanto con Europa ni China ni el Sudeste Asiático ni México. Todo ello no es necesariamente negativo. Tendrían otras consecuencias: el fin de la OTAN, por qué no el achicamiento de la propia UE, etc. Pero a nivel interno de Estados Unidos y esto es lo más grave, sí podría ser un cataclismo: Estados como California y algún otro, que pretendan separarse de la Unión; la amenaza pacífica pero persistente de México, tal como lo profetizó Huntington antes de morir; protestas sociales, que tornen ingobernable al país; represión o militarización y severos cuestionamientos de parte del Partido Republicano, a su nuevo líder, con un Partido Demócrata en una grave crisis. Todo ello puede ocurrir en los próximos meses o años. Por lo pronto, en diciembre, de perder el referéndum constitucional Matteo Renzi en Italia, ello podría desembocar en una crisis tipo Brexit y el año próximo, si llegan a vencer las extremas derechas del Front Nationale en Francia y Alternativa para Alemania en el país germánico, la Unión Europea corre serios riesgos de desmembramiento. Hacia 2018, el Consejo de Seguridad tendría cinco países, liderados por los ya conocidos Putin y Xi-Jinping, pero a los ya agregados Trump y May, podría sumársele Marine Le Pen. Un balance de poder, como sueñan los realistas, pero con líderes totalmente desconcertantes aunque no belicistas. 

Desde 1989 a 1991, todo se precipitó y la URSS cayó como si fuera un "castillo de naipes", si bien era concebida como todopoderosa hacía pocos años atrás. La Estados Unidos de Trump, tan preocupado por revitalizarla como Gorbachov a la URSS, da signos evidentes de desgaste e inviabilidad social e internacional. El 8/11 comenzó a escribirse la historia de su final tantas veces anunciado aunque imprevisto?- Será ésa la verdadera causa de la euforia del actual líder del Kremlin, quien ahora visualiza cómo la historia tiene el "corsi e ricorsi" que él tanto esperaba desde su oficina de la KGB en Dresden hace 27 años?

miércoles, 9 de noviembre de 2016

EL TURNO DE DONALD TRUMP: CONTRA TODO Y CONTRA TODOS

La noche se prolongó en medio mundo, sobre todo, donde habita la civilización latinoamericana y la mañana sorprendió al resto, particularmente gran parte de la azorada Europa. Las mercados, sobre todo, los asiáticos, tuvieron sus primeros cimbronazos, aunque luego del discurso, más bien corto y moderado, del candidato electo, podrían calmarse. Un nuevo "cisne negro" se había producido, pero esta vez, en la potencia más importante del planeta. Como en el "Brexit", el referéndum por la paz colombiana y no pocas elecciones presidenciales y parlamentarias de este año, las encuestas que predecían triunfos rotundos de Hillary Clinton, se equivocaron, aunque los Simpsons hace 16 años, lo hayan previsto. El mundo se pone más interesante.
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Qué significa el triunfo de Donald Trump? Fundamentalmente, el triunfo de la decisión y hasta la apuesta del mismo hombre de juveniles 70 años, mucho más outsider que Reagan, Fox, Piñera, Macri o Berlusconi, contra la elite, el establishment, el "círculo rojo" en un país, donde los lobbies, las empresas y los medios mostraban al menos, hasta ayer, una enorme gravitación. Una vez más, se equivocaron todos: sus ex colegas empresarios, los grandes diarios, las cadenas, los artistas de Hollywood, los ex Presidentes vivos, incluso los Bush, los partidos, tanto el oficialismo como el suyo propio, el mundo académico, etc. Hacía más de un año, comenzando esto como si fuera un juego o una especie de apuesta, se animó a presentarse como precandidato, bajó uno por uno a los otros republicanos, llegó a postularse victorioso, aunque casi todos predecíamos que ganaría Hillary más fácilmente y en los últimos meses, hasta dudamos de la fuerte y creciente paridad de las posiciones, que sorprendió a la propia candidata demócrata. Trump era el "cambio" frente a una candidata con un viejo estilo, con viejos tics, con un prontuario donde ya había demostrado qué era y cómo se había desempeñado e incluso, con viejas mañas, como la tan difundida práctica de los mails, la defensa realista de medios ilegítimos y hasta la vieja, cerrada e hipócrita actitud moral con la que defendió a su marido en el affaire Lewinsky. Además, mucha gente en la Estados Unidos profunda, la rural y conservadora, lo ve a Trump como un rico o millonario -aunque ya no tanto-, excéntrico, pero auténtico, que se parece a "uno de nosotros". Esa identificación, un mix cultural, generacional e ideológico, es realmente contrahegemónica, en el sentido de un autor argentino ya fallecido, como Ernesto Laclau, que si viviera, no podría creer que sus preceptos tan caros, se hayan reivindicado no en los países latinoamericanos, sino en la propia cuna del "Imperio", aún cuando él mismo, en sus obras, había rescatado la prosapia populista norteamericana, a través del General Andrew Jackson en el siglo XIX.

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Pero también Trump es un mentís a muchas categorías, preceptos morales y estilos que fueron hegemónicos, durante las últimas dos décadas, sobre todo en el mundo occidental. De pronto, los "malos" como él llegan al poder, de la mano de la misoginia, de la crítica al feminismo, al multiculturalismo, a las uniones gays, a la inmigración latina, etc. Apoyado sólo por Rudolph Giuliani -el padre de la tolerancia cero-, Newt Gingrich -el ex Speaker de la Cámara de Representantes- y algún otro "dinosaurio" marginal del Partido Republicano, canalizó el hartazgo con los Clinton y la política tradicional,  pero también con el propio Obama: el norteamericano medio simpsoniano no quiso una mujer en la Casa Blanca luego de un Presidente afroamericano, al que criticó sólo en el ámbito privado, temiendo la crítica social si lo hacía en público. Para aquellos que descreen hasta hoy que el liderazgo es una categoría antigua, lo de Trump lo revaloriza. Todavía hoy, existen personas concretas y reales, que cambian la historia, en un sentido u otro.

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A nivel mundial, Trump es la consecuencia de la globalización de los noventa, la recesión de 2001, la crisis de 2008-2009 y la mala resolución estatista que conllevó. Tales episodios macroeconómicos, dejaron una abismal desigualdad social, ya desde los años setenta, haciendo añicos, el viejo "sueño americano", en un país que sólo recoge frutos positivos de la globalización en zonas tecnológicas como California pero muere en las tradicionales y otrora orgullosas de aquel mito, en Baltimore y Detroit, sin ninguna respuesta válida en los Clinton que no sea más globalización, más TPP, aún siendo ellos tributarios de un partido que fue históricamente proteccionista, más inmigración ilegal, más comercio asimétrico con China. Cabe esperar entonces una Estados Unidos más cerrada, aunque no sepamos a ciencia cierta, cómo lo financiará y lo podrá compatibilizar esa autarquía y nostalgia con el orden industrialista pre ochentas, con la asociación con China; con mayores y severos controles sobre la inmigración y como consecuencia de ello, más reacia a involucrarse en el mundo, excepto vía aliados y otros no tanto, como Rusia. Trump en la Casa Blanca es una buena noticia para Moscú, pero también para Londres, Tel Aviv, Tokio, Budapest, Damasco aunque no tanto para Beijing, Riad, Varsovia, Vilna, Riga, Berlín, Roma y París. En nuestra región, es una derrota para los Peña Nieto, los Santos -no para Uribe-, los Castro y hasta el Papa Francisco en El Vaticano.

Respecto a si, como profetizan no pocos neoidealistas, esta derrota es el fin del orden liberal de la postguerra o conllevará a un mundo más peligroso y al borde de nuevas guerras, todo está por verse. En principio, cambiarán algunas alianzas, se restablecerán otras, bajo otras condiciones, pero un Estados Unidos menos intervencionista y menos expuesto, tal vez, no sea tan mala noticia. Tal vez, ahora sí, por fin, otros tendrán que asumir nuevas o mayores responsabilidades colectivas.

viernes, 4 de noviembre de 2016

BRITISH INSTITUTIONS ARE BLOCKING BREXIT?


The House of Lords has suddenly come into its own – white knights in ermine could rescue us from Brexit yet

In the past the Lords has acted as a valuable safety net for the Commons’ shortcomings – recently on veering from modern slavery, lobbying, pensions, trade union reform and privatisation of Royal Mail. They may not be to everyone’s taste, but we would have seriously missed them if they weren’t there
, THE INDEPENDENT, NOVEMBER, FRIDAY, 4TH
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Baroness Smith, Labour’s leader in the Lords, has declared that the upper house will not block Brexit following yesterday’s High Court ruling.  But her group has nowhere near a majority of votes in the Lords, so the prospect of “white knights” in ermine riding to the rescue of the Remain camp – and blocking Brexit once and for all – is real. 
This is truly a constitutional minefield, but the challenge of finding a safe way across is hugely increased by a deafening cacophony of conflicting views, each issue over-layering the other.
So, we have the judicial system pilloried – yet no serious doubt that the limit of Prime Ministerial prerogative was one that  needed to be legally  tested. We have suggestions that unelected peers (riding on the coat-tails of those pesky unelected judges) will deny the “will of the people” as expressed in the EU referendum, despite the obvious and sumptuous irony.  And we have the regurgitated threat to abolish the House of Lords when it does something the Commons doesn’t like.
The politics of all this reek. Do we not expect judges to look at facts, evidence and law and rule accordingly? Has no-one read the judgmentwhich is clearer than crystal? Are we really advocating only accepting those democratic decisions that go our way? Do we embrace opportunism as the basis for Parliamentary reform?
If, as the good Baroness also said, “we will scrutinise, we will examine.... we need to be adult about this, “  there is a genuine lack of clarity  about the Brexit strategy and now a clear  responsibility on Parliament to  scrutinise.  And even if everyone does act and speak in good faith, the Prime Minister’s assertion that her timetable for activating Article 50 is unchanged seems untenable.  Debate and oversight inevitably take time, and the prospect of significant delay is very real.
There is an even greater irony in the attacks now falling thick and fast on the Peers when you look at where they are coming from. That so many conservative or right-wing commentators – the  traditional allies, supporters and defenders of the Lords – have taken up pens against them shows (again) the toxicity of the Brexit debate.
But is this a defining moment for the noble members? What the Lords do best is scrutiny of the most detailed kind. The views of the 182 cross-bench (or independent) peers are hugely influential, impervious to party bullying or blandishments, and rightly and keenly sought. Notions of fairness, morality and justice seem to weigh more heavily on the red benches than the green.

On one level there is no mystery to how the Lords may delay a move to activate Article 50. It is simply by raising questions and moving amendments at every stage of the parliamentary process they can. There is a separate and detailed debate about the precise nature of that process, including timescales. But since 1911, the Lords have only a limited period of time for which they can delay legislation coming from the Commons, not a veto.
So the Lords could not block Article 50 on their own – but depending on the format of the legislation, the length of time the government will take to formulate a plan, and  the likely delays in the Commons before it reaches the Lords, the Peers’ action could be decisive, especially if it means a final decision is delayed until after a General Election.
The mutterings about the Lords being abolished if they defy the will of Parliament is therefore disingenuous hyperbole. Proper scrutiny is important as well as, now, a legal requirement. In the past the Lords has acted as a valuable safety net for the Commons’ shortcomings – recently on veering from modern slavery, lobbying, pensions, trade union reform and privatisation of Royal Mail. They may not be to everyone’s taste, but we would have seriously missed them if they weren’t there.
But once we get to within  touching  distance of the next General Election, you can bet that the pace will slow and, lo and behold, we go to the polls in 2020 in what is effectively a rerun of the EU referendum (which is what an election earlier would be too). What a mess.
But there is a long way to go in this process. And right now we seem to be committed only to stoking the pyre of common sense with a likely government appeal to the Supreme Court, whose sessions are usually live-streamed. More delay, more confusion, more shouting.
The EU referendum (which, remember, started all this) showed how fractured our country has become, with a breakdown in the relationshipbetween the people and the political, media, and business elite. The residents of this growing Tower of Babel forget that at their peril.