Conservadores y laboristas se aferran a la esencia
Los dos partidos británicos se lanzan a la defensiva en los comicios más inciertos
PABLO GUIMÓN Londres DIARIO EL PAIS, MADRID8 FEB 2015
Quedan menos de tres meses para que Reino Unido acuda a las urnas y, a estas alturas, lo único que está claro es que de las elecciones del 7 de mayo saldrá uno de los parlamentos más fragmentados que se recuerdan.
La erosión de los partidos tradicionales en Europa se traduce en Reino Unido en la mutación de su histórico sistema de dos partidos —o dos y medio, con permiso de los liberal-demócratas— en uno de seis. Entran en juego el populista UKIP y, por la izquierda, los nacionalistas escoceses del SNP y los Verdes. Los bailes de votos entre unos y otros, pasados por un sistema electoral que otorga solo un diputado por circunscripción, convierte el resultado en imprevisible. Hay hasta 40 escaños (de 650) que se decidirán por menos de mil votos. Un movimiento de un 1% en cualquier sentido puede suponer hasta 15 diputados.
Entonces, dicho planteamiento bipolar proporcionó al conservador John Mayor 14 millones de votos, más de los que ningún partido había obtenido en la historia y más de los que lograría Blair en 1997. Por eso, tanto David Cameron como el titular de Economía, George Osborne, han citado como inspiración aquella campaña de 1992 centrada en la economía. Cuando se apela a la cartera, los votantes se inclinan por los tories. Estos repetirán hasta la saciedad su plan económico a largo plazo, a pesar de que, según las encuestas, el 57% de los británicos cree que el recorte que proponen es demasiado grande.Urgidos a retener a su núcleo duro de votantes, conservadores y laboristas apuestan por una campaña de duelo clásico entre derecha e izquierda. Todo ha cambiado en la política británica, pues, excepto los mensajes de los dos grandes partidos, calcados de los de la campaña de 1992.
Estos tienen sus propias preocupaciones. La primera viene del norte. El SNP experimenta un auge sin precedentes después de su derrota en el referéndum de independencia y ha dado la vuelta a la tortilla en el tradicional bastión laborista de Escocia. Hay encuestas que les dan hasta 55 escaños en Westminster, y solo cinco a los laboristas, que hoy tienen 41 diputados escoceses. Una debacle que dificultaría el camino de Ed Miliband a Downing Street.Pero en 1992 no estaba UKIP. Un partido que ha logrado colocar a la inmigración como la principal preocupación de los británicos, por delante de la economía y la sanidad púbica, y que podría arrebatar hasta dos millones de papeletas a los tories. Con cerca de un 15% de intención de voto, su amenaza no radica tanto en su número de escaños —que no será decisivo, con solo cinco casi asegurados—, sino en los votos que podría arañar a los conservadores en circunscripciones igualadas, dando el asiento a los laboristas.
La otra preocupación de los laboristas es de color verde. El de un partido al que las encuestas dan cerca del 10% de los votos, superando a los liberal demócratas. Esto no es probable que se traduzca en más de un par de escaños pero, de nuevo, la amenaza de los Verdes a los laboristas está en su actuación en circunscripciones muy disputadas, pudiendo llegar a entregar hasta cinco escaños a los tories.
Laboristas y conservadores obtendrían poco más del 60% de los votos, 10 puntos menos que hace un año. La suma de UKIP, SNP y los Verdes pasa de un 6% en 2010 a un 25%. Ningún partido podría gobernar en solitario y la idea de repetir la experiencia de un Gobierno de coalición no seduce ni a los votantes ni a los partidos. Nadie descarta una repetición de las elecciones. Un escenario de peligrosa incertidumbre para una economía que crece a casi un 3%. “La única certeza es que los dos partidos principales no tendrán mayorías claras”, cree Fabrice Montagne, jefe economista para Reino Unido de Barclays. “Y eso convierte las elecciones en un factor de riesgo, que se añade al del referéndum de permanencia en la Unión Europea si ganan los conservadores”.En tierra de nadie, pero mucho más abajo que en 2010, están los liberal-demócratas del vice primer ministro Nick Clegg. Su experiencia en el Gobierno de coalición les pasaría una cara factura: de los 57 escaños que ganaron, hoy solo retendrían 20. El destino de sus votos perdidos es acaso la mayor incógnita.
Hoy ganarían por muy poco los laboristas de Ed Miliband, el líder opositor peor valorado de la historia, que desafía la ley no escrita de que nunca ha ganado un líder de la oposición peor valorado que el primer ministro en liderazgo y en competencia para gestionar la economía. Pero en esta elección se romperán muchas leyes no escritas de la política británica. Una, de momento, permanece: la batalla de economía (conservadores) contra políticas sociales (laboristas). A partir de ahí se despliega una variada gama de opciones de Gobierno con un único denominador común: su fragilidad.
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