Hace unos meses atrás, todo el escenario político y económico asomaba desesperanzador para el gobierno de Cristina Fernández. El fallo adverso del Juez Griesa por los "buitres", la remontada de los opositores en las encuestas, el procesamiento de Boudou, la inflación que no cedía, la interna entre Kicillof y Fábrega por el timón del Banco Central, la misma soja en baja, eran síntomas elocuentes de un gobierno en retirada al que nadie le creía -ni le cree-. Otra ausencia de la Presidenta por problemas físicos, que no dejan de ser psíquicos, complicaba más el panorama. Hasta la propia Casa Rosada preparaba su estrategia política y comunicacional para un diciembre una vez más difícil. Sin embargo, una serie de situaciones fueron revirtiendo el ambiente. La huelga gremial de Moyano resultó de menor impacto al esperado; Argentina entró en un default técnico pero no hubo efectos mayores en la economía real; la inflación sigue su curso persistente pero no se espiraliza, a pesar de los Espert y cía, que aventuran como siempre, apocalipsis y fines de ciclo que nunca se cumplen. Esto no significa confiar en las capacidades del elenco gobernante ni sus ideas, ni mucho menos. Hay incapacidad manifiesta, improvisación pero también ideas muy equivocadas. Sí puede hablarse que las señales de los últimos días, aún con Boudou yendo a juicio oral en el 2015 -será un año largo-, como el ingreso de los yuanes chinos para engrosar las reservas hasta 30.000 millones de dólares y la apertura del canje de bonos de Axel -a pesar de no cubrir las expectativas oficiales-, con la mira de renegociar con los "buitres" en enero, son ejemplos de cómo el gobierno llega a mediados de diciembre, tremendamente aliviado. Asimismo, este mes es un puente a las vacaciones, lo cual le da a Cristina, un plafond mayor para atravesar el 2015 hasta al menos, marzo o abril. Allí empezará de lleno la campaña: Scioli jugará de local todo el verano en la costa, adonde irá a veranear el 70 % de los argentinos que salgan de vacaciones y por lo tanto, lo que eran luces rojas, pueden transformarse en naranjas y por qué no, en amarillas y luego, verdes.El kirchnerismo prueba una vez más, agrandarse en las difíciles. Enfrente, no hay casi nada, porque UNEN ya se desunió y Massa y Macri siguen apostando a la soledad y no a la concordia. Pero que no haya crisis institucional en el último diciembre de este sexto gobierno democrático, en 31 años ininterrumpidos de vida plural en Argentina, luego de 7 décadas de desastres de todo tipo, es una excelente noticia.
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