La política mundial es tremendamente volátil respecto a agendas y liderazgos y la argentina no escapa a dicho ritmo. Hace dos meses, lideraba cómodamente las encuestas el gran ganador de las parlamentarias del año pasado, el alcalde de Tigre y diputado nacional, otrora oficialista, Sergio Massa, luego, sorprendió en octubre, el Jefe de Gobierno de la ciudad capital, Mauricio Macri y en los últimos días, remontó vuelo, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. Cada uno de esos ascensos y caídas, guardaron correlación con el ritmo de la macroeconomía. Cuando ésta parecía descontrolarse, producto del adverso fallo Griesa y el aumento de la inflación, las posibilidades de los dos primeros se incrementaron. Cuando la Presidente volvió al centro del escenario, dándole todo el poder a su Zar de Economia, Kicillof y éste apoyando al nuevo Presidente del BCRA, Vanoli, el sciolismo, a pesar de su azaroso matrimonio de conveniencia con el kirchnerismo duro, recobró vida. Sin embargo, las inundaciones del último fin de semana, con dispar resultado negativo en Provincia y la capital del país, perjudicó a los dos candidatos bonaerenses, enfrascados en una durísima puja mediática y benefició a Macri, el gran abanderado de la gestión. Nuevas circunstancias, como otra somatización de la Presidenta, encierra riesgos ineludibles para un oficialismo preparado para afrontarlos, incluso, liderando temas inéditos en la agenda, como lo hizo con la ley de presupuesto y las reformas del Código Civil y responsabilidad de los funcionarios. Tras un diciembre, donde se espera calma en las calles aunque no en los mercados, enero parece ser un mes clave en el contexto de una negociación final con los holdouts, que se sume a los swaps chinos, la licitación del 4G y el nuevo marco regulatorio para telefónicas y cable, que inyecten los dólares suficientes para alcanzar el Rubicón de junio a octubre de 2015. Así, Argentina transcurrre un tramo final de un ciclo, que se niega a ser terminal o agónico. El fantasma de Isabel, Alfonsín y De la Rúa, pesa demasiado en las huestes del kirchnerismo, que pretende dar señales de una vitalidad inusitada, incluso superando la situación adversa que a partir de anoche, afrontará Obama, en otro contexto institucional, en Estados Unidos. Si logra sortearlo, este capítulo formará parte de la épica K.
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