Obama dice que lo sucedido en Baltimore no es una crisis nueva
El presidente descalifica a los causantes de los disturbios de Baltimore y los define como criminales que deberán ser juzgados
Yolanda Monge Washington, DIARIO EL PAIS, MADRID, 29 ABR 2015
La Casa Blanca guardó un sonoro silencio mientras Baltimore se sumía el lunes en el caos y el fuego era la imagen de la última protesta iniciada tras el entierro del último joven afroamericano a manos de policías blancos. Observador distante, sabedor de que las relaciones raciales siguen siendo territorio minado en EEUU, el primer presidente negro de la nación comparecía hoy martes obligado ante la prensa por exigencias de la agenda, que le situaba podio con podio con el primer ministro de japón, Shinzo Abe.
Obama llevaba preparada la respuesta, larga, compuesta de seis puntos. ¿Está el país ante una crisis nacional, con el estado de emergencia declarado en Baltimore y la guardia nacional desplegada en las calles de una ciudad a menos de 40 minutos en coche de la Casa Blanca?, vino a preguntar la periodista, dejando al margen los juegos económicos resultado del triángulo geopolítico que forman EEUU-China-Japón.
Durante más de 15 minutos de soliloquio, Obama hizo los equilibrios políticos-circenses que hace cada vez que se toca la raza, en general desde que asumió el poder en 2009, y en concreto desde que el verano pasado un policía blanco matase a un joven negro desarmado en el hasta entonces anónimo Ferguson (Misuri).
Así, el presidente envió sus condolencias a la familia de Freddie Gray; reconoció que entendía que esta quisiera respuestas a su muerte bajo custodia policial; mostró solidaridad con los policías heridos en los disturbios; criticó a los medios de comunicación por quedarse solo con una parte de la historia y mostrar en bucle las imágenes del vandalismo pero no las de las protestas pacíficas que se dieron durante el día; arremetió contra los violentos a los que calificó de criminales; y finalizó diciendo que la crisis era tal pero desde luego no nueva.
“Esto lleva sucediendo mucho tiempo”, declaró el mandatario, hijo de un hombre negro africano y una blanca de Kansas. “No es nuevo, no podemos pretender que lo es”, insistió Obama reconociendo que entendía por qué los líderes religiosos y comunitarios hablaban de crisis. A Fergurson y Michael Brown les siguió Staten Island (Nueva York) y Eric Garner. Luego llegó Cleveland y Tamir Rice, un niño negro de 12 años al que un policía blanco abatía en un parque porque creía que el pequeño iba armado.
Este mes, otra muerte a manos de la policía ponía en el mapa a North Charleston, Carolina del Sur. En esta ocasión, la grabación que un transeunte hizo de lo sucedido exoneraba a Walter Scott, conducía a la cárcel acusado de asesinato al agente Michael Slager y abría el debate al poner la siguiente pregunta sobre la mesa: ¿cuántas muertes de hombres negros a manos de la policía no habrían sido tapadas bajo el epígrafe de “uso necesario de la fuerza frente a un supuesto delincuente”? Obama hizo una referencia velada a lo sucedido con el caso de Walter Scott al decir que tan solo había una buena noticia en esta dolorosa sucesión de muertes, el hecho de que “las redes sociales” ayudaban ahora a la propagación de la verdad.
Llegados a este punto y cuando aún no había pronunciado la mitad de su larga respuesta a una corta pregunta, el presidente pidió disculpas al primer ministro japonés por monopolizar de tal manera su rueda de prensa conjunta. “Esto es bastante importante para nosotros”, dijo Obama apoyado en el podio y girándose hacia Abe.
En la Casa Blanca, en Baltimore, en Estados Unidos hay ecos del pasado. El presidente de un país que se enriqueció con la esclavitud y que como nación tiene la mancha de la segregación es cauto y en ocasiones dubitativo a la hora de expresar su frustración y exasperación para que no sea identificado con una sola comunidad. Frustración porque, como él mismo declaró, “no me hago ilusiones de que este Congreso vaya a invertir en las comunidades negras empobrecidas”. Exasperación al mencionar el viaducto que conduce “a los niños negros de los colegios a la cárcel” y más exasperación al recordar que esos mismos nacen en hogares sin futuro, con madres drogadictas y padres ausentes.
El pasado resonó en la noche del lunes y retrotrajo a las fuerzas del orden de Baltimore a la década de los setenta, cuando reinaba el Black Liberation Army. La policía de la ciudad al norte de Washington consideró que había una amenaza creible de que las pandillas rivales de los Crisp y los Bloods habían formado una alianza para asesinar policías blancos tras el funeral de Gray.
El presidente dijo no encontrar “excusa” para “la violencia sin sentido” registrada en Baltimore y aseguró que los responsables de los disturbios serían tratados “como criminales”. “Eso no fue una protesta. Eso no fue una manifestación”, declaró el mandatario. “Fue un puñado de gente que se aprovechó de una situación para sus propios motivos”. Obama descartaba así que los que quemaron coches y centros sociales y saquearon comercios entraran en la categoría que definió Martin Luther King hace más de medio siglo. “Los disturbios son el lenguaje que usan aquellos que no son escuchados”.
Los antecedentes
Los antecedentes
- Los disturbios de Baltimore agravan la tensión racial en EE UU, que alcanzó su punto más violento el pasado mes de agosto en Ferguson, después de que un policía abatiese al joven Michael Brown tras un supuesto hurto. Estas son algunas de las muertes de ciudadanos negros a manos de la policía en el último año:
- El 17 de julio de 2014, varios agentes de Nueva York abordan a Eric Garner, de 43 años, por la venta ilegal de cigarrillos. Uno de los policías le agarra por el cuello. Garner, con problemas respiratorios, muere poco después.
- El 22 de noviembre, un policía de Cleveland dispara en el abdomen a Tamir Rice, de 12 años, tras pararle en un parque por el que el menor iba con una pistola falsa.
- El 6 de marzo de 2015, un agente dispara a Tony Robinson, de 19 años, en Madison (Wisconsin), tras recibir varias denuncias de escándalo en la vía pública.
- El 4 de abril, un policía da el alto al vehículo de Walter Scott, de 50 años, en South Carolina. Scott sale del coche y huye, pero el agente le da caza y le dispara. Una de las cinco balas que le alcanzan le atraviesa el corazón.
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