Realmente, es saludable que un grupo importante y selecto de personalidades y ex funcionarios y actuales asesores de candidatos presidenciales argentinos, especializados en política exterior, hayan volcado su experiencia y aportes elaborando un documento final acordado por todos ellos, repitiendo así la experiencia de Energía. En un contexto de décadas de desencuentro y confrontacionismo doméstico, es meritorio que esto haya ocurrido, con el patrocinio del CARI, injustamente marginado del debate político en materia de política exterior en los últimos años. Sin embargo, expuesto el documento a la faz pública, merecen hacerse algunas reflexiones, con la finalidad excluyente de contribuir a ese debate propuesto.
En primer lugar, el texto parece recaer una vez más, en aspectos bastante trillados en relación a las líneas que deben orientar nuestra política exterior. Los ejes de debate históricos, tienen relación con la inserción internacional de la Argentina, con la necesidad de volver "hacia el mundo" y, fundamentalmente, sobre una base cuasi única de proveedores de alimentos y energía, más allá de las menciones a ciencia, tecnología, etc., aprovechando la oportunidad histórica inédita y sumamente ventajosa que nos ofrece el orden internacional. Precisamente, un orden al cual debiéramos insertarnos, según el documento, sobre la base de nuestro apego a dos de sus principios básicos: integración y globalización.
Sin embargo, en este primer punto, no vemos suficiente originalidad ni alternativa a la coyuntura actual. Precisamente, este gobierno al cual se critica, podría decirse, que se halla paradójicamente, en esa línea, porque provee de alimentos y energía, fundamentalmente a China, hoy erigida en una potencia emergente, sumamente demandante de materias primas y para la cual, Argentina, América Latina y casi todo el mundo, se han convertido en bases elocuentes de suministro, sin más, para cubrir sus ingentes necesidades básicas. Podrá cuestionarse la forma, el método, los mecanismos, más o menos transparentes, las concesiones en la negociación de esta relación bilateral, pero la Argentina kirchnerista ha entablado con China, una relación privilegiada y es su manera de entender la inserción internacional que el Grupo CARI está proponiendo. Tal vez, esté faltando tanto en el enfoque K como en este texto opositor, es para qué, por qué, cómo, hasta cuándo queremos la relación con China y qué haremos nosotros para ganar con dicha relación, en qué no cederemos, qué condicionaremos, etc. Afirmo esto para no cometer los mismos errores históricos en los que hemos incurrido ya con Gran Bretaña, Estados Unidos, Brasil, Venezuela, entre otros.
Se insiste en el documento, respecto a que, con una "correcta" inserción, se logra una contribución indirecta al desarrollo y bienestar en la sociedad. Esa lectura, basada en interpretaciones respecto a formas de alineamiento históricas comparadas de otros países, en otros momentos históricos, no es necesariamente extrapolable a la experiencia argentina. Nuevamente, se incurre en un error en el que muchas veces hemos caído: esta suposición de que si Argentina se comporta de la manera X, obtendrá beneficios "del mundo" de tipo Y. Este comportamiento burdamente utilitario, también es leído por los demás Estados y por supuesto, toman nota de él, perdiendo nuestro país, total credibilidad.
Al respecto, no falta en el documento, el contenido idealista, juridicista, formalista, pacifista, tradicional en nuestra política exterior. Esa tradición, ya irreal, claramente también se ha ido perdiendo a lo largo de décadas. Este es un país, que apenas treinta años atrás, fue a una guerra absurda contra una potencia de la OTAN y puso en riesgo la seguridad sudatlántica en plena Guerra Fría y aún hoy, como ocurre en cada abril o junio aniversario, se carece de una lectura apropiada autocrítica de semejante burda acción. Tampoco Argentina se destaca ya en los foros internacionales, por motivo alguno. No tenemos ya Doctrinas Drago, ni sentamos jurisprudencia, excepto negativamente, como en los casos de la deuda externa ("buitres" y demás), hemos ganado tristemente en impunidad interna a partir del caso Nisman y atentados de los noventa, tampoco hacemos más que el resto en América Latina, por apaciguarlos, cada vez que estalla un conflicto entre hermanos (Perú-Ecuador; Venezuela-Colombia; Chile-Perú), muy por el contrario, a veces, tratamos de sacar provecho de cada situación, jugando de manera ilegítima por una de las partes. Todo ello da como resultado, una credibilidad regional y mundial, cercana a cero.
Ahora bien, para "estar" en el mundo y revertir semejante ausencia de política exterior, fuerte desprestigio y no caer una vez más, en las falsas expectativas de falsos realineamientos o fantasías de inserción, hay que hacer un notable esfuerzo social, colectivo, que a todas luces, en el documento, no aparece. Se cree que es una cuestión de propuesta gubernamental, donde tampoco siquiera aparece explicitado un perfil más económico-comercial de Cancillería, que ya se intentó por otra parte, en la era Cavallo en los años noventa, con resultados dispares. En tal sentido, dónde está el rol del ISEN, la escuela formadora de diplomáticos, hoy devenida en una institución cuasi al servicio de la elite gobernante? cuál es el papel de la comunidad epistémica, simbolizada en el CARI y otros tanques de ideas, incluyendo las propias Universidades, que son fundamentales en la elaboración de propuestas de políticas exteriores y legitimación social? el papel de los medios, cuando todos sabemos que la política exterior ya no es la menos pública de todas las políticas. Basta con escribir varias páginas sobre la necesidad de "economizar" y "comercializar" o reiterar -aunque no practicar- por enésima vez el latiguillo de la integración con los vecinos, en la política exterior argentina? En ese caso, tampoco hay referencias explícitas respecto a cómo relacionar el mundo diplomático con el de las empresas exportadoras, a menudo, lejanos, distantes y esto suponiendo que este país, tiene un nivel de apertura comercial, del cual carece hace dos décadas o más.
Respecto a Malvinas, una vez más, se cae en el latiguillo de negociar y no confrontar, cuando todos sabemos que las condiciones han variado mucho respecto a 1982, 1989 y 2003, por lo cual, aquel reduccionismo carece de vigencia. Malvinas están más cerca de ser independientes, tienen un PBI enormemente superior a la Argentina y nuevamente, a menos que hagamos un esfuerzo colectivo titánico para seducir, reconquistar culturalmente, ya no con "Winnie Pooh", a los isleños, van camino al alejamiento total de nuestra identidad. Recrear las condiciones de los años sesenta, tal vez, puede ser un instrumento de utilidad pero siempre cuando lo aggiornemos y lo más importante, creamos sinceramente en él, no con la hipocresía con la que se homenajea a nuestros héroes.
En el facilismo con el que se resuelve Malvinas, creo, está la clave del documento. Incurre en frases hechas, en argumentos ya probados, ineficazmente por cierto, en teorías clásicas que ya el mundo emergente y no emergente, ha abandonado y tampoco dice mucho acerca de cómo trabajará operativamente, para poner en marcha lo que propone. Porque en gran medida, preocupa a futuro, con quiénes haremos política exterior. Sin caer con exceso en el ejemplo brasileño, que invirtió fuertemente en las carreras de Relaciones Internacionales, para formar mucha gente con una visión profunda del mundo al cual se quiere acceder, Argentina requerirá una masa crítica formada y especializada, de la que carece, con una visión abierta, conocedora de otras culturas y demás, si se pretende comerciar agresivamente, penetrar en nuevos mercados, incursionar con nuevos servicios, ofrecer nuestra propia vasta y diversa cultura, etc. Tenemos una base especializada, interesante, desaprovechada, en Universidades públicas y algunas privadas, pero es a todas luces, insuficiente, sobre todo, si se pretende acortar drásticamente nuestra distancia no geográfica con el mundo.
Pregunto en tal sentido y en línea sí, con los puntos 17, 19 y 20 del documento, no será hora de convocar a los que saben del tema? abrir estos canales a los intelectuales de las Universidades, que trabajan financiados por el Estado, para diagnosticar y proponer este tipo de políticas? no será también hora de trabajar cuestiones que ya el mundo trabaja, como las mentadas identidades nacionales, el "soft power" y una readaptación estratégica, sustentada en una mirada que vuelva a ser geopolítica, pero ya no del viejo cuño, militarista o confrontativa? Hoy, por ejemplo, somos proveedores de educación universitaria gratuita para muchos pueblos latinoamericanos, solemos ignorarlo y carecemos de una política al respecto.
En aspectos más concretos de agenda de política exterior, en el plano de la defensa y seguridad, vamos a continuar desmilitarizándonos, con nuestras Fuerzas Armadas, conformadas por meros agentes públicos que cobran sus sueldos a fin de mes, sin ninguna motivación adicional que ésa? Fomentaremos la inmigración como antaño? Promoveremos políticas activas de radicación en áreas fronterizas o zonas del país con un contenido estratégico relevante, como hicieron no pocos países? A nivel multilateral, tenemos ideas nuevas para ofrecer en los organismos multilaterales, respecto a la intervención humanitaria o responsabilidad de proteger, el cambio climático, las nuevas amenazas, las migraciones ilegales, el proteccionismo agrícola, los llamados "agujeros negros" -siendo nuestro país, un receptor de no pocos de ellos-?
En fin, varios interrogantes que intentan abrir nuevas dimensiones, insuficientemente o no tratadas en el documento, insisto, una bocanada de aire fresco, pero todavía precoz, para una política exterior que se tome en serio, el siglo XXI para Argentina. Tal vez, el error mayor radique en el propio título: no podemos dejar de ser afuera lo que somos adentro, pero esto no significa esperar eternamente, sino empezar ya a cambiar y mucho adentro, para intentar ser afuera lo que merezcamos para ser creíbles. No obstante la magnitud de tal tarea, podemos darnos el lujo de ser optimistas, porque se puede empezar por las ideas que tenemos y que sí podemos alterar de manera rápida, si nos lo proponemos.
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