Renzi sube la apuesta con Merkel en la cumbre del empleo
Un documento del Gobierno italiano reclama margen prácticamente automático en las metas de déficit y deuda para los países que aprueben reformas
CLAUDI PÉREZ Milán DIARIO EL PAIS, MADRID, ESPAÑA8 OCT 2014 - 16:26 CEST
En medio de una recuperación crepuscular que anticipa un larguísimo estancamiento o incluso una tercera recesión en Europa, Italia sube la apuesta. El Gobierno del primer ministro italiano Matteo Renzi escenifica este miércoles en Milán, en la cumbre sobre el empleo juvenil, la necesidad de un cambio de paso en la política económica europea. Renzi se somete este miércoles en Roma a una moción de confianza para sacar adelante una reforma laboral que le ha costado seis meses de duros enfrentamientos con su propio partido y con los sindicatos.
Y ha hecho coincidir ese voto con la cumbre del empleo para escenificar sus exigencias: a cambio de esa reforma que le va a costar sangre, sudor y lágrimas, reclama a Bruselas y Berlín que den margen de manera prácticamente automática para los países que hagan reformas. Es decir, que suavicen las metas de déficit público y deuda y acometan de una vez un plan de inversiones para luchar contra sus efectos contractivos de las reformas a corto plazo, según un documento al que ha tenido acceso este diario.
“Es crucial reflejar a nivel europeo las condiciones necesarias para apoyar los planes de reformas”, dice el informe preparatorio de la cumbre firmado por el Gobierno italiano. “Las reformas tienen costes a corto plazo (financieras, económicas y políticas) más graves cuando las condiciones económicas son adversas y hacen más difícil cumplir los objetivos de consolidación fiscal”, apunta un documento inusualmente alejado del lenguaje diplomático de ese tipo de cosas.
Europa necesita reformas a largo plazo para poder competir con Estados Unidos y Asia. Pero las reformas son difíciles de aprobar, conllevan costes políticos y sociales. E incluso económicos: a la corta, una reforma laboral trae más paro al país que la aprueba, como ha demostrado España, y sus efectos balsámicos solo se ven a la larga, cuando llega (si llega) la recuperación. Italia y Francia llevan semanas pidiendo que Berlín y Bruselas cedan para acercar el corto y el largo plazo: más flexibilidad e inversiones a cambio de aprobar las reformas, en busca de una política económica más sutil, que ligue el presente con el futuro. Berlín desconfía: París y Roma ya han prometido reformas otras veces, y no han hecho nada. Pero esa desconfianza es mutua: Francia e Italia son conscientes de que otros países han hecho reformas, y Berlín ha seguido con la política del palo sin apenas zanahoria.
Eso es lo que está en juego en la política europea de este otoño. Y en la cumbre de hoy en Milán. La canciller alemana Angela Merkel, el presidente francés François Hollande y el español Mariano Rajoyarropan a Renzi en esta reunión centrada en el desempleo juvenil, destinada a evaluar el impacto de la llamada garantía juvenil, una medida impulsada en 2013 por Berlín para que los jóvenes tengan derecho a un empleo o formación en un periodo máximo de cuatro meses a contar desde que acaban sus estudios o se quedan en paro. Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión acordaron hace ya más de un año destinar 6.000 millones de euros a las regiones que acumulan tasas de paro juvenil superiores al 25%. Pero el impacto de esa medida es prácticamente nulo en los países más castigados, que apenas han visto mejorías y en algún caso incluso registran ahora peores números.
El desempleo, especialmente entre los jóvenes, acumula cifras dramáticas en Europa. Cinco millones de europeos menores de 25 años están en paro, aproximadamente la cuarta parte de los jóvenes de la eurozona; 7,5 millones de jóvenes ni estudian ni trabajan. Las tasas de paro juvenil superan el 35% en siete países: España y Grecia (donde más de la mitad de los jóvenes están desempleados), Italia, Croacia, Portugal y Chipre. Y sin embargo ese es solo el entrante de la cumbre de este miércoles: la reunión será un toma y daca entre Alemania, que sigue defendiendo las políticas de austeridad y reformas a ultranza, y Francia e Italia, que le ven las orejas al lobo de una tercera recesión y quieren más flexibilidad e inversiones, en la línea que solicita también el presidente del BCE, Mario Draghi.
El documento rubricado por el Gobierno italiano para la cumbre es inequívoco: “Sin estímulos de demanda agregada, los esfuerzos para aprobar las reformas se diluyen”. “La lucha contra el desempleo exige una combinación de medidas monetarias, fiscales y estructurales tanto a nivel europeo como nacional, y eso debe llevar a impulsar las inversiones”. “Son necesarias las políticas de demanda para maximizar los resultados de las reformas”, dice una y otra vez ese papel. La respuesta de Berlín en los últimos días ha sido más de lo mismo. Ni la brutal caída de la producción industrial alemana ni los riesgos cada vez más elevados de tercera recesión en la eurozona han hecho variar un ápice la posición de Merkel, que quiere ver reformas antes de abrir la mano con la flexibilidad en las reglas fiscales, y que no es partidaria de aumentar sus inversiones, a pesar de que están a la cola de la UE y de que incluso los economistas alemanes le hacen ya ese reproche. Italia sube la apuesta en Milán, con una posición que resumen bien esta cita de Keynes: “Las sociedades solo pueden tolerar una cantidad moderada de daño social antes de echarse a perder”.
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