2014-03-28 09:53 POLÍTICA, ABC MUNDIAL
ONU: Argentina se abstuvo en condena a Rusia por anexión de Crimea
La Cancillería informó que en la votación realizada hoy en las Naciones Unidas, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, miembros fundadores del Mercosur, votaron en abstención la resolución referida a la situación en Ucrania
- Argentina se abstuvo en la votación en la ONU sobre Ucrania
La funcionaria instó a “respetar la primacía del principio de integridad territorial, la soberanía y la independencia política de todos los Estados”, y añadió que Argentina “deplora el doble standard de varios miembros de esta comunidad que adaptan sus acciones y discursos a las necesidades geopolíticas con las cuales pretenden avanzar en confrontaciones particulares”.
“Pretendemos que nuestras decisiones no vuelvan a caer en la lógica de un mundo dividido por barreras ideológicas”, dijo y remarcó que “la resolución que ha sido presentada camina en la dirección de limitar el diálogo y la resolución pacífica de los conflictos”.
La resolución presentada por Ucrania y apadrinada por las potencias occidentales y Costa Rica, y que no tiene carácter vinculante, fue aprobada por 100 votos a favor, 11 en contra y 58 abstenciones.
Chile, Colombia, Perú, México, Panamá, Costa Rica, Guatemala, Honduras y República Dominicana apoyaron el texto en defensa del principio de integridad territorial y denunciando la ilegalidad del referéndum del 16 de marzo en Crimea, en el que la gran mayoría de la población de la península votó su incorporación a Rusia, aceptada por el Kremlin.
Votaron en contra de la resolución cuatro países del Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América): Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba.
Entre los que se abstuvieron se encuentran Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador, Paraguay y El Salvador.
Mgter. Marcelo Montes
Profesor y analista de Política Internacional
Colaborador de INNOVAES, expresó al respecto: "Considero que la Argentina salió a apoyar apresuradamente la posición rusa respecto a Crimea. Comparando los referéndums de dicha Península con el del año pasado en Malvinas, aquí la población isleña, ratificó su deseo de seguir perteneciendo a Gran Bretaña, como suele plantearse desde su ocupación militar en 1833. En cambio, en Crimea, la población decidió plantear la independencia de Ucrania y luego, volver a la soberanía rusa. Respecto a por qué en un caso (Malvinas), las potencias occidentales no objetaron el referéndum y en Crimea, sí, suena elemental: suele ocurrir así, cuando se trata de un miembro de la comunidad occidental, no se lo cuestiona y sí se lo hace, cuando nos referimos a un actor estatal no occidental, en este caso, Rusia. Pero estos dobles o múltiples estándares, suelen ser típicos de las conductas de los Estados en el orden internacional. La propia Argentina ha tenido dobles estándares a lo largo de su política exterior histórica. Ahora mismo, criticando a las potencias occidentales, por su acción respecto a Crimea, Argentina no tiene en cuenta que nuestro país, forma parte del G20 y mantiene una deuda con el Club de París, grupo al que que acaba de pedirle una refinanciación mayor en el último viaje de la Presidente Cristina Fernández a Francia"
Profesor y analista de Política Internacional
Colaborador de INNOVAES, expresó al respecto: "Considero que la Argentina salió a apoyar apresuradamente la posición rusa respecto a Crimea. Comparando los referéndums de dicha Península con el del año pasado en Malvinas, aquí la población isleña, ratificó su deseo de seguir perteneciendo a Gran Bretaña, como suele plantearse desde su ocupación militar en 1833. En cambio, en Crimea, la población decidió plantear la independencia de Ucrania y luego, volver a la soberanía rusa. Respecto a por qué en un caso (Malvinas), las potencias occidentales no objetaron el referéndum y en Crimea, sí, suena elemental: suele ocurrir así, cuando se trata de un miembro de la comunidad occidental, no se lo cuestiona y sí se lo hace, cuando nos referimos a un actor estatal no occidental, en este caso, Rusia. Pero estos dobles o múltiples estándares, suelen ser típicos de las conductas de los Estados en el orden internacional. La propia Argentina ha tenido dobles estándares a lo largo de su política exterior histórica. Ahora mismo, criticando a las potencias occidentales, por su acción respecto a Crimea, Argentina no tiene en cuenta que nuestro país, forma parte del G20 y mantiene una deuda con el Club de París, grupo al que que acaba de pedirle una refinanciación mayor en el último viaje de la Presidente Cristina Fernández a Francia"
(HTTP://ABCMUNDIAL.COM/NOTICIAS/MUNDO/POLITICA/2218-ONU-ARGENTINA-SE-ABSTUVO-EN-CONDENA-RUSIA-ANEXION-CRIMEA/)
Herencias de la Guerra Fría
por Marcelo Montes
Hace más de dos décadas, Ucrania fue uno de los tres estados firmantes del acta de defunción de la Unión Soviética, demostrando así, por un lado, su lealtad histórica al viejo imperio comunista pero también su firme decisión de enterrarlo. Tras un período de cierto “impasse” en su relación especial con Rusia, en cierto modo, la continuadora jurídica de la antigua unión, esa aparente dualidad volvió a hacerse elocuente en el año 2004. En dicha ocasión, protestas civiles y presiones internacionales, bajo el “paraguas” de “Revolución Naranja” urgieron por nuevas elecciones al presidente Yanukovich (aliado del Kremlin ruso) y meses más tarde, ya en 2005, catapultaron a la duplaYushenko-Timoshenko al poder, bajo un régimen político semipresidencialista. Facciosidad, corrupción, populismo, sobreactuación de Timoshenko y otros factores, favorecieron el fin de dicha coalición liberal-demócrata y con ella, el fin de las ilusiones “prooccidentalistas”.
Marcelo Montes é licenciado em Ciência Política pela Universidad Nacional de Rosario (UNR), Argentina, magister em Relações Internacionais pela Universidad Nacional de Córdoba (UNC) e doutorando em Relações Internacionais. É pesquisador da “Fundación Libertad”.
Hace más de dos décadas, Ucrania fue uno de los tres estados firmantes del acta de defunción de la Unión Soviética, demostrando así, por un lado, su lealtad histórica al viejo imperio comunista pero también su firme decisión de enterrarlo. Tras un período de cierto “impasse” en su relación especial con Rusia, en cierto modo, la continuadora jurídica de la antigua unión, esa aparente dualidad volvió a hacerse elocuente en el año 2004. En dicha ocasión, protestas civiles y presiones internacionales, bajo el “paraguas” de “Revolución Naranja” urgieron por nuevas elecciones al presidente Yanukovich (aliado del Kremlin ruso) y meses más tarde, ya en 2005, catapultaron a la duplaYushenko-Timoshenko al poder, bajo un régimen político semipresidencialista. Facciosidad, corrupción, populismo, sobreactuación de Timoshenko y otros factores, favorecieron el fin de dicha coalición liberal-demócrata y con ella, el fin de las ilusiones “prooccidentalistas”.
En el 2010, insólitamente, con el apoyo de su viejo archirrival Yushenko, volvió al poder Yanukovich, quien reformó la Constitución para convertir a Ucrania en presidencialista, y tras su categórico triunfo electoral, bajo la nueva institucionalidad dos años más tarde, envió a prisión a la líder opositora Yulia Timoshenko, bajo cargos de corrupción. Así, Yanukovich demostraba ser nada original: al igual que la gran mayoría de los países detrás de la ex “Cortina de Hierro”, lideraba un régimen político con fachada democrática, pero nada liberal, con cooptación de los medios de comunicación, clientelismo empresario (los oligarcas de Donetsk y Dnieperpetrovsk), más corrupción y desigualdad social. Sin embargo, cuando en noviembre del año pasado, Yanukovich, en la soledad del poder y con un contexto económico bastante adverso, decidió no adherir a la posibilidad de ingreso a la UE en Vilna (capital de Lituania), estallaron manifestaciones civiles, aunque inicialmente, de menor tenor a las de 2004. La posterior represión y la palpable demostración de un gobierno debilitado, estimularon las protestas sin liderazgo claro pero cuando el Presidente acordó primero con Rusia, la aceptación de un préstamo multimillonario y gas a precio subsidiado, y trascartón, sancionó leyes que prácticamente prohibían las protestas. Todo el clima confrontativo empeoró. El ex campeón mundial de boxeo Vitali Klitschko, incorporado hace un par de años a la actividad política, al frente del partido UDAR y otros sectores de cuño ideológico liberal o nacionalista, extremistas, como “Patria” y “Swoboda” (Libertad), se vieron motivados a actuar, incluso en términos cuasi paramilitaristas, esta vez, bajo la expresión “Euromaidan”.
La naturaleza de estas protestas que terminaron con el mandato de Yanukovich, fue muy diferente de las de hace una década. Aquellas poseían visos de cierta legalidad, tenían su origen en el reclamo contra elecciones fraudulentas y tenían la clara intención de promover el triunfo de Yushenko a través de su coalición política. El Euromaidan, en cambio, presentó visos de violencia cuasi anárquica, preocupante; nunca estuvo clara la intencionalidad de grupos tan heterogéneos a quienes los unía, desalojar a Yanukovich pero no ungir a nadie en especial y finalmente, tampoco resultó tan evidente que siquiera tuvieran un contenido proeuropeísta u occidentalista, ya que entre los manifestantes, hubo grupos tradicionalistas radicalizados, en cualquier caso, anti Bruselas. No faltaron aquellos que pretendieron encabezar raídes antisemitas o antirrusas.
Claramente, la dinámica política interna es la que decisivamente influye en el comportamiento de los actores. Ucrania no fue noticia alguna en los diarios internacionales entre 1992 y 2004, gracias al liderazgo de Kravchuk y Kuchma, en el marco de un régimen político semipresidencialista pero oligárquico y corrupto, lejos de los modelos transicionales poliárquicos, checo y polaco. La evolución política ucraniana, populista, clánica y con cierto grado de polarización entre una mitad social propeuropea y otra mitad prorrusa, es un simple reflejo de la geografía económica y étnica ucraniana, atravesada por tales clivajes. Incluso, en términos industriales, el sudeste ucraniano, de auge en la era comunista y de decadencia “protegida” en la postcomunista, es un reservorio de statu quo que retroalimenta al sistema político.
No obstante ello, Rusia siempre ejerció gravitación, ya sea, negociando la continuidad de la flota del Mar Negro, el control del armamento nuclear, la moneda común, etcétera. Tanto en el 2004 como en el 2006, Moscú ejerció una insoportable presión sobre el suministro y precio del gas a Kiev. La historia común (el Rus de Kiev y su competencia con Moscú, el papel de Catalina La Grande, las amenazas polacas y alemanas, el pasado estalinista, las decisiones de Khruschev) y cierto paternalismo cultural que ejerce Rusia sobre Ucrania aunque también, una actitud especial y oportunista de ésta en relación a aquélla, hacen que el Kremlin, sobre todo, bajo el liderazgo de Putin, no renuncie a tal influencia. La reciente defensa de los rusos parlantes y étnicos de Crimea, un lugar caro a los sentimientos históricos de Moscú, así lo atestigua. Putin presionará y pondrá máxima tensión en dicho espacio, pero no apoyará secesiones, porque hacerlo, implicaría aceptar el mismo estándar para el caso checheno, lo cual, sería irracional en términos geopolíticos.
En el caso de la Unión Europea y Estados Unidos, sus intereses pueden ser convergentes, en torno a respaldar una Ucrania más autónoma de Moscú, pero al mismo tiempo, las diferencias de énfasis y roles, son notorias. Mientras para la primera, la variable económico-comercial y en segundo lugar, la de los valores democráticos, pueden llegar a ser prioritarias en la relación con Kiev, para Washington, sólo la seguridad, en términos de la OTAN, en un espacio postsoviético de relevancia, merecería algún tipo de involucramiento, aún con cautela. La posición de Ucrania, en una esfera tan cercana a Moscú, lejos de estimular a Washington a decisiones audaces y de incierto costo, en realidad, la neutraliza. También resulta claro, tras una década de la “Revolución Naranja”, que la UE podría haber contribuido eficazmente al fortalecimiento institucional democrático de Ucrania y lamentablemente, no lo hizo. Hoy, pueden comprobarse las consecuencias internas de tal déficit cooperativo.
Pero Ucrania también ha jugado su propia carta y ha intentado manipular tanto a Moscú como a Bruselas.Alternativamente, Yanukovich como Timoshenko negociaron precios, transporte y suministro efectivo del gas a Europa, en condiciones cuanto menos opacas; usaron demagógicamente la adhesión a la OTAN y a la UE -en este caso, mera “vecindad”-, dado su carácter de status simbólico y no de solución real a los problemas domésticos. También ilusionaron a Moscú, con la incorporación a su bloque comercial regional con países euroasiáticos, más Georgia y Bielorrusia: la élite ucraniana, en su intimidad, observa que dichos “socios” han sido sobrevalorados en comparación con los mayores avances que ha logrado Kiev en torno a su modernización para entrar por ejemplo, al “club europeo”. Así, la nada confiable élite ucraniana “juega a dos puntas” pero no se ve compensada suficientemente por ninguno de los dos actores externos nombrados que, por otra parte, también son interdependientes, dados sus negocios energéticos conjuntos, demanda de turismo, etcétera.
Finalmente, habrá que seguir observando a Kiev. Sólo allí, la élite post Yanukovich, aislando a los radicalizados delEuromaidan, tendrá que acordar, bajo la tutela de la UE, Washington y obviamente de Moscú, un camino pacífico a las elecciones de mayo próximo, evitando herir las sensibilidades cuasidisgregacionistas del este, el sur y de la propia Crimea.
Texto publicado originalmente no Infobae no Sábado 15 de março de 2014. Publicado com a autorização do autor.
http://grupoemergentes.wordpress.com/2014/03/19/herencias-de-la-guerra-fria/
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