Mientras en Argentina, la corrupción kirchnerista desfila por las cámaras de TV, con filmaciones grabadas y conocidas ya hace largos años y los Jueces, recién con este nuevo gobierno, se animan tímida y lentamente a citar apenas a algunos de los involucrados,por cierto, de menor jerarquía en la escala del poder político y económico, en Brasil, además de un "impeachment" que amenaza a Dilma, un Juez, como Sergio Moro, pone en jaque no sólo a buena parte de los empresarios ligados al poder del PT, sino a Lula Da Silva, el "padre de la criatura" de la nueva izquierda latinoamericana, que supuestamente hace más de 30 años, saltaba de la arena sindical a la partidaria, para luchar contra la desigualdad social.
Una vez más -ya abundan los malos ejemplos-, queda ratificado que una reputación de obrero pobre y analfabeto, no garantiza honestidad pública. Por supuesto, la izquierda latinoamericana -y brasileña en particular, especialmente la "intelectual", defenderá a su líder hasta el final, acusando a los "medios hegemónicos" y los "poderes concentrados" por semejante embestida política.
Hoy, el descubrimiento y difusión de escuchas telefónicas donde un descarado Lula, se burla del máximo tribunal de justicia federal brasileña y ratifica su necesidad de "blindaje" por parte de Dilma, aceptando el cargo de Jefe de Gabinete, lanzó por segunda vez en cuatro días, a las calles, a una clase media indignada ante semejante impunidad.
Recuerdo que hace tres años, también la clase media argentina salió a protestar contra la intención reeleccionista de CFK y de esa manera, comenzó el descenso del poder del kirchnerismo. Las redes sociales y las nuevas tecnologías comunicacionales, grandes protagonistas de estas manifestaciones de insatisfechos, no pueden ser ya subestimadas en el análisis político, sobre todo, en sociedades de países emergentes.
Más allá del destino del binomio Lula-Dilma, la incógnita es cuál será el futuro político de Brasil, porque todo el sistema político está en jaque. A la manera de la Italia de la Tangentópolis pre-Berlusconi, la red de corrupción alcanza también a la oposición institucionalizada, en un Brasil que ya juzgó y expulsó del poder a un ex Presidente (Collor de Melo) por corrupción en los noventa pero que además, tuvo y soportó en silencio, a una dictadura militar ferozmente represiva desde 1964 hasta 1985. Sólo el liderazgo de un "outsider" que hoy no se constata, podría sacar de modo transitorio y acelerado de este verdadero caos judicial y ético, al país líder del Mercosur, aunque una vez más, tampoco ello garantiza una reinstitucionalización más saludable que la actual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario