Cuando alguien se refiere a Bélgica, de inmediato, la apelación ilustra una imagen de pequeñez, homegeneidad y tranquilidad. Sin embargo, la realidad se encarga una y otra vez de contrarrestar esa percepción incial.
Estado federal, donde sus 11,2 millones de habitantes hablan tres idiomas (nederlandés, francés y alemán) convive un 60 % de flamencos y un casi un 40 % de valones, con vecinos históricos influyentes como Holanda, Francia y Alemania, el Reino de Bélgica cuenta con una monarquía constitucional y parlamentarista, que le ha acarreado no poca inestabilidad política. Tras las crisis y demoras en la formación de los gobiernos de Leterme en 2007-2008 (284 días) y Di Rupo en
2010-201 (540 días), en 2014, los belgas tardaron 139 días en ungir finalmente, al gobierno en forma de coalición cuatripartita (liberales valones, nacionalistas, democristianos y nederlandófonos), liderada por quien fuera el Primer Ministro más joven de la historia belga desde 1841, Charles Michel, hijo del ex Canciller belga y ex Comisario europeo, Louis Michel, casado con su ex asesora Amélie Derbaudrenghien, con quien no tiene hijos.
Pero Bélgica tiene otros dos significados políticos que contribuyen a pensar las razones de su elección como nuevo epicentro de los atentados terroristas de ISIS. Primero, su capital también lo es de la Unión Europea, sede de sus principales organismos y una usina de tecnócratas y funcionarios de primer y segundo nivel al organismo supratestatal mencionado. Europa representa el principal objetivo de ISIS considerando su necesidad no sólo de infundir miedo sino de provocar una especie de "Jihad" popular favorecido por el racismo y la xenofobia que desde hace un tiempo, se reproduce crecientemente en el Viejo Continente. El otro fundamento que permite unir la lógica de ISIS con Bélgica, es el hecho de que se trata de uno de los núcleos más relevantes de la inmigración norafricana y musulmana, sobre territorio europeo. En efecto, Bruselas cuenta con barrios enteros, fundamentalmente Molenbeeck-Saint Jean, cuyo 40 % es de origen musulmán (básicamente, marroquíes y turcos), contra un promedio de 10 % del país y, donde el pasado viernes, fue detenido Salah Abdeslam, uno de los cerebros de los atentados de París en noviembre de 2015. Precisamente, una eventual represalia contra esta mediática detención, pudo haber sido una de las causas inmediatas de los ataques de hoy.
Hace un año y dos meses, en este mismo blog, citábamos un buen artículo del Diario El País de España, sobre esta problemática.
A fines de febrero de 2015, también mencionábamos a Bruselas como "capital de Eurabia".
En esas barriadas europeas, donde además del consumo de hachís, proliferan la desesperanza, el hastío, el resentimiento y sólo -llámese- el fanatismo religioso o la reislamización logran quebrar esa angustiante inercia, ISIS encuentra no sólo sus reclutados sino los entornos apropiados para que su red de terror se consolide o expanda. Contra tales enemigos, la paranoia securitizadora, que vulnere libertades civiles; los cierres de fronteras y las declaraciones políticas sobreactuantes de "guerras al terrorismo", no parecen ser las terapias más adecuadas. En cambio, políticas públicas que mejoren sustancialmente la calidad de vida de los inmigrantes, sin condenarlos a "ghettos" urbanos; una mejor coordinación de la inteligencia antiterrorista; una cultura cívica que promueva un sincero diálogo interreligioso y un rol más político y mucho más sabio y prudente de las potencias en el Medio Oriente, entre otros sentidos, con la finalidad de acrecentar las oportunidades de vida y progreso en tales regiones, pueden constituir sí, el mejor antídoto contra la nostalgia de los califatos y así, permitir que Bélgica y toda Europa recobren su tranquilidad placentera.
Hace un año y dos meses, en este mismo blog, citábamos un buen artículo del Diario El País de España, sobre esta problemática.
A fines de febrero de 2015, también mencionábamos a Bruselas como "capital de Eurabia".
En esas barriadas europeas, donde además del consumo de hachís, proliferan la desesperanza, el hastío, el resentimiento y sólo -llámese- el fanatismo religioso o la reislamización logran quebrar esa angustiante inercia, ISIS encuentra no sólo sus reclutados sino los entornos apropiados para que su red de terror se consolide o expanda. Contra tales enemigos, la paranoia securitizadora, que vulnere libertades civiles; los cierres de fronteras y las declaraciones políticas sobreactuantes de "guerras al terrorismo", no parecen ser las terapias más adecuadas. En cambio, políticas públicas que mejoren sustancialmente la calidad de vida de los inmigrantes, sin condenarlos a "ghettos" urbanos; una mejor coordinación de la inteligencia antiterrorista; una cultura cívica que promueva un sincero diálogo interreligioso y un rol más político y mucho más sabio y prudente de las potencias en el Medio Oriente, entre otros sentidos, con la finalidad de acrecentar las oportunidades de vida y progreso en tales regiones, pueden constituir sí, el mejor antídoto contra la nostalgia de los califatos y así, permitir que Bélgica y toda Europa recobren su tranquilidad placentera.
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