Viajé a nuestro país “hermano” en los años 1989, 1991, 1992, 1995 -viviendo allí todo ese año-, 2003, 2009, 2012 y ahora, 2016. Fui testigo de la
evolución de la sociedad chilena, a través de los sucesivos gobiernos, desde el
final de la dictadura pinochetista (1973-1989), hoy mínimamente discutida, con
sus claroscuros, pero con un innegable efecto transformador posterior. Toda la
agenda democrática de los últimos 26 años, giró en torno al impacto y al legado
de esa misma dictadura. Precisamente, uno de los últimos temas de debate que
dividió a la sociedad chilena, fue la introducción de la gratuidad en la
enseñanza, reforma que cuestionó uno de los pilares de aquella herencia del
régimen que derrocó al gobierno de la UP de Salvador Allende Gossens.
Como en las ocasiones anteriores, vi un país que sigue cambiando,
viviendo una modernización sin pausas. Aun habiendo atravesado gobiernos
diferentes, dentro de la misma Concertación triunfante en el `89 o la misma
derecha democrática de Piñera hace algunos años atrás, Chile no detuvo su
marcha ascendente.
Recorriendo el norte del país, se ven sus nuevas autopistas con sus
carísimos peajes (entre 3 y 5 dólares), como por ejemplo, la Ruta 5 Norte; las rutas de acceso a las ciudades como la cuesta de Hospicio, en plena montaña, en el ingreso a Iquique; los
puertos, como el de Tocopilla, principal vía de salida del cobre de la gran
mina de Chuquicamata, la pujanza de Iquique, como centro comercial y
portuario, aunque tal vez ya no con su Zona Franca, hoy en declive; el crecimiento de
La Serena-Coquimbo, la aparición importante de Calama, etc.
A esta nueva infraestructura
logística y vial, se suma el parque de transporte automotor, basado en camiones
modernos, importados, veloces pero también la cadena comercial, sustentada en
supermercados nuevos como Tottus y Líder, que se suman a las más tradicionales
y pujantes como Jumbo, Santa Isabel, Unimarc, más numerosos malls en muchas
ciudades. Hasta las estaciones de servicio o "bombas de bencina",
como se les llaman allá, aparecen automatizadas, sin personal a cargo, excepto
quienes cobran en sus cabinas. La Copec tiene en algunos puntos de la Ruta 5
Norte, playas muy modernas -como puede observarse en las fotos de Hijuelas-, con jardines y accesos a
baños y duchas, toda una novedad en un país, donde el acceso al agua potable
fue históricamente dificultoso.
Chile hoy exhibe una clase media pujante, que ahorra pero también consume a crédito, posee sus autos importados (japoneses, coreanos y norteamericanos), a los que cambia cada dos o tres años, es protagonista de un "boom" inmobiliario, fácilmente palpable por la gran cantidad de edificios sobre la costa de las Cuarta y Quinta Región y lo que pudimos comprobar en los gigantescos malls. Atrás va quedando el consumo popular del mote con huesillos y la sopaipilla en las esquinas del centro de las grandes ciudades.
Demográficamente, en los shoppings se muestran familias jóvenes con niños pero también como nunca antes, migrantes bolivianos y
peruanos, que trabajan en las ferias de consumo y las estaciones de servicio. Llamativamente, no vimos chinos como sí los hay en los supermercados de Argentina.
Esta es la foto de la Chile 2016 que aprecié en enero: detrás de la institucionalidad y estabilidad tan ponderada de tal país, vi una nación donde se cobra hasta la respiración, seguramente por sus antecedentes de que todo tiene un costo y vale la pena erogarlo; donde se cuestiona a los argentinos por avaros cuando en realidad lo son ellos; no se discuten aunque sólo parcial y muy gradualmente, los pilares del modelo impuesto en 1973 y por último, sobresale el apego a la burocracia y las
reglas escritas, con una obediencia colectiva que más bien parece, simulada y no sincera.
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