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miércoles, 24 de febrero de 2016

CHILE, 27 AÑOS DESPUES

Viajé a nuestro país “hermano” en los años 1989, 1991, 1992, 1995 -viviendo allí todo ese año-, 2003, 2009, 2012 y ahora, 2016. Fui testigo de la evolución de la sociedad chilena, a través de los sucesivos gobiernos, desde el final de la dictadura pinochetista (1973-1989), hoy mínimamente discutida, con sus claroscuros, pero con un innegable efecto transformador posterior. Toda la agenda democrática de los últimos 26 años, giró en torno al impacto y al legado de esa misma dictadura. Precisamente, uno de los últimos temas de debate que dividió a la sociedad chilena, fue la introducción de la gratuidad en la enseñanza, reforma que cuestionó uno de los pilares de aquella herencia del régimen que derrocó al gobierno de la UP de Salvador Allende Gossens.


Como en las ocasiones anteriores, vi un país que sigue cambiando, viviendo una modernización sin pausas. Aun habiendo atravesado gobiernos diferentes, dentro de la misma Concertación triunfante en el `89 o la misma derecha democrática de Piñera hace algunos años atrás, Chile no detuvo su marcha ascendente. 

Recorriendo el norte del país, se ven sus nuevas autopistas con sus carísimos peajes (entre 3 y 5 dólares), como por ejemplo, la Ruta 5 Norte; las rutas de acceso a las ciudades como la cuesta de Hospicio, en plena montaña, en el ingreso a Iquique; los puertos, como el de Tocopilla, principal vía de salida del cobre de la gran mina de Chuquicamata, la pujanza de Iquique, como centro comercial y portuario, aunque tal vez ya no con su Zona Franca, hoy en declive; el crecimiento de La Serena-Coquimbo, la aparición importante de Calama, etc.

 

 

A esta nueva infraestructura logística y vial, se suma el parque de transporte automotor, basado en camiones modernos, importados, veloces pero también la cadena comercial, sustentada en supermercados nuevos como Tottus y Líder, que se suman a las más tradicionales y pujantes como Jumbo, Santa Isabel, Unimarc, más numerosos malls en muchas ciudades. Hasta las estaciones de servicio o "bombas de bencina", como se les llaman allá, aparecen automatizadas, sin personal a cargo, excepto quienes cobran en sus cabinas. La Copec tiene en algunos puntos de la Ruta 5 Norte, playas muy modernas -como puede observarse en las fotos de Hijuelas-, con jardines y accesos a baños y duchas, toda una novedad en un país, donde el acceso al agua potable fue históricamente dificultoso.






Chile hoy exhibe una clase media pujante, que ahorra pero también consume a crédito, posee sus autos importados (japoneses, coreanos y norteamericanos), a los que cambia cada dos o tres años, es protagonista de un "boom" inmobiliario, fácilmente palpable por la gran cantidad de edificios sobre la costa de las Cuarta y Quinta Región y lo que pudimos comprobar en los gigantescos malls. Atrás va quedando el consumo popular del mote con huesillos y la sopaipilla en las esquinas del centro de las grandes ciudades. 




Demográficamente, en los shoppings se muestran familias jóvenes con niños pero también como nunca antes, migrantes bolivianos y peruanos, que trabajan en las ferias de consumo y las estaciones de servicio. Llamativamente, no vimos chinos como sí los hay en los supermercados de Argentina.

Esta es la foto de la Chile 2016 que aprecié en enero: detrás de la institucionalidad y estabilidad tan ponderada de tal país, vi una nación donde se cobra hasta la respiración, seguramente por sus antecedentes de que todo tiene un costo y vale la pena erogarlo; donde se cuestiona a los argentinos por avaros cuando en realidad lo son ellos; no se discuten aunque sólo parcial y muy gradualmente, los pilares del modelo impuesto en 1973 y por último, sobresale el apego a la burocracia y las reglas escritas, con una obediencia colectiva que más bien parece, simulada y no sincera.




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