El mensaje político de las elecciones porteñas
La cómoda victoria, por más de veinte puntos de ventaja de la fórmula del PRO sobre la amalgama de partidos nucleados en el ECO de Martín Lousteau y la devaluada propuesta del FpV ratifico los pronósticos de las últimas semanas. ¿Qué pasara el 19 de julio?
Las elecciones porteñas fueron una vez más uno de los centros de atención dentro del calendario electoral previo a las primarias abiertas del próximo mes de agosto. Más allá de su significación electoral estricta, el mensaje político de las urnas porteñas suele entrañar lecciones y perspectivas de interés para el análisis de los repliegues ocultos de la compleja textura del sistema político. La cómoda victoria, por más de veinte puntos de ventaja de la fórmula del PRO sobre la amalgama de partidos nucleados en el ECO de Martín Lousteau y la devaluada propuesta del FpV ratificó los pronósticos de las semanas previas a los comicios, Mauricio Macri logró un doble objetivo: reunificar sus activos electorales a través del rescate de la figura de Gabriela Michetti e incorporarse de modo personal a la campaña.
Esto último acarreo severos costos electorales, en la medida en que le implicó una concentración excesiva de energías y lo llevó a descuidar algunos de los muchos frentes aún pendientes en la arquitectura de su campaña nacional. Desde hace al menos un mes, la candidatura presidencial de Mauricio Macri se encuentra prácticamente paralizada alrededor de los 30 puntos.
Con todo, el resultado inmediato de su sacrificio fue, sin embargo, positivo. Macri no sólo retendrá su propio distrito. Reforzará también su alicaída propuesta nacional, deteriorada por los reveses experimentados en casi todas las provincias, desde Chaco y Santa Fe hasta Córdoba. Otro aspecto a considerar es que, a pocos días de la primera vuelta de las elecciones a jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires celebrada el pasado domingo 5 de julio, la formula el PRO, encabezada por Horacio Rodríguez Larreta confirma el pronóstico ya existente con anterioridad a las elecciones.
De votarse hoy, Rodríguez Larreta se impondría con 52,2% de los votos, sobre la fórmula de ECO, que alcanzaría 39,1%. Un 6,4% de los votantes declaran su intención de votar en blanco, en tanto que la indefinición es mínima. Más allá de las recomendaciones de los dirigentes, el electorado porteño parecería dispuesto a votar positivamente y todo indica que se inclinara sin complejos en favor de uno u otro de los candidatos en pugna en la segunda vuelta electoral. No cabía esperar otra cosa en una sociedad en la que ocho de cada diez ciudadanos se sienten y actúan como independientes de cualquier disciplina partidaria.
Los datos relevados por la consultora OPSM a pocas horas de las elecciones analizan en detalle los trasvases de voto que se operarían entre la primera y segunda vuelta. De cada cien votantes al PRO en primera vuelta, la casi totalidad (98,2%) anticipan su decisión de ratificar su apoyo a Rodríguez Larreta. Lousteau exhibe, en cambio, una capacidad de retención del 90,2% de sus votantes, perdiendo 7,8% en favor de su oponente. Si bien el oficialismo nacional encabezó con decisión una fuerte campaña negativa en contra de Lousteau, buscando no sólo deteriorar su posición de cara a una eventual segunda vuelta sino sobre todo polarizar entre oficialismo porteño y oficialismo nacional, la campaña produjoefectos indudables, pero no fue suficiente para evitar que Buenos Aires discuta a partir de ahora el poder a través de formulas igualmente contrarias al modelo del oficialismo nacional.
Las mayores sorpresas en materia de trasvases de voto vienen por el lado de los terceros partidos, excluidos de la segunda vuelta. Ante todo, del kirchnerismo. De cada cien votantes del FpV, 67,1% votarían por Lousteau, en tanto que 23,6% votaría en blanco. Un 3,1% no votaría y 6,2% no sabe aún qué criterio adoptar. De cada cien votantes del Frente de Izquierda de los Trabajadores (FIT), 65,8% se inclina por apoyar a Lousteau y 34,2% votaría en blanco. Los votantes de Luis Zamora se inclinan unánimemente por apoyar a Lousteau, marcando así la posición de una máxima oposición al PRO. Por sobre la tentación de predicar algún tipo de “abstención revolucionaria” o de voto en blanco, los dirigentes deberán aceptar que la gente quiere votar y, en su mayoría, en contra de Macri. Lousteau puede no ser un dirigente atractivo, pero es la opción en un régimen como el del balotaje, que obliga a decisiones pragmáticas no siempre acordes con las convicciones o el paladar de todos.
Las cifras expuestas reiteran el nivel de autonomía e independencia de criterio de los votantes. Cualquiera sea la instrucción de los dirigentes, los votantes optan por aceptar las reglas del sistema y se inclinan en uno u otro sentido.
Otro de los temas clarificados por los primeros sondeos poselectorales es el del debate en torno a la posibilidad de que Lousteau renuncie a la segunda vuelta, facilitando de este modo una pronta reincorporación de Macri a la campaña nacional. En este punto los datos no ofrecen mayor margen para la duda. Frente a la pregunta acerca de si Lousteau debe concurrir o no a la segunda vuelta, 61,9% opina que debe presentarse, al tiempo que 30,7% le aconseja una renuncia al balotaje, dada la diferencia obtenida por su oponente.
Es, sin lugar a dudas, la mejor de las soluciones si se quiere luchar contra la sospecha de que las reglas de juego electoral están a disposición de los protagonistas de la contienda, con la posibilidad de usarlas como les convenga. El sistema de doble vuelta es sabio y eficiente, en la medida en que la cultura política lo asimile y entienda su lógica básica. Por sobre todo, las elecciones porteñas arrojan luces sobre el proceso futuro. El PRO y las fuerzas políticas que lo acompañan responden a dinámicas políticas contrarias aunque no contradictorias.
De hecho, así como han podido complementarse a la hora de constituir una alianza electoral exitosa, parece evidente que sus diferencias son muy relativas. ECO no ha podido formular ninguna objeción de fondo al “mundo PRO”. De hecho, Lousteau se presenta como una alternativa capaz de hacer mejor las mismas cosas, sin llegar a ninguna impugnación de fondo. De allí tal vez la amplia ventaja de la continuidad sobre el cambio. No es algo en el fondo muy diferente de lo que ocurre en casi todo el país, donde los oficialismos han triunfado por sobre cualquier tendencia de cambio. En tiempo de pasiones políticas apagadas, el pragmatismo parecería ser el signo dominante en un proceso que lleva a un nuevo ciclo político de rasgos cada vez más previsibles.
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