El sensacionalismo amarillista que empezó a prevalecer en Occidente hace décadas, con la marea postmodernista, no sólo tuvo eco en Francia, sino también en España, con la Revista Mongolia, habituada a burlarse de todo: lo religioso, lo monárquico, la política, la virilidad. Iconoclastas que, de manera indirecta, se refugian en la libertad de prensa, pero que en realidad, erosionan los valores que dicen defender. Realmente desagradables, de pésimo sentido del humor. Un efecto no querido: el terrorismo islámico radicalizado, al que ofenden con sus diatribas y burlas. Ni siquiera saben utilizar la ironía, algo que hubiera aconsejado el filósofo pragmatista Richard Rorty. Eso sí: se vende a 20 euros y con tarjetas de crédito (bien capitalista).
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