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domingo, 15 de mayo de 2016

LA UNIVERSIDAD PUBLICA ARGENTINA DEBE REPENSARSE

Quiero mucho a la Universidad pública argentina. En un claro ejemplo de movilidad social, pertenezco a una familia, cuyos tres hermanos constituyeron los primeros en graduarse en los años setenta y ochenta, en el nivel universitario, tras generaciones enteras. Participé en mi infancia y adolescencia, de lo que significa en términos simbólicos, el estudio, el resultado final del mismo y todo lo que rodea al proceso educativo universitario. Mediante examen de ingreso, el último impuesto por la dictadura militar que feneció en 1982, me tocó a mí, ingresar a la Universidad en 1983, año bisagra de la historia política argentina. Allí viví mi socialización política: como elector, participé en la selección de los sucesivos gobiernos universitarios en mi Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR, asistí a las primeras asambleas universitarias y hasta milité, primero en una agrupación independiente (AIRU) y luego, en la liberal UPAU, la cual terminó siendo el brazo universitario de la vieja UCEDE, tercera fuerza nacional y la cual tuvo el privilegio de colocar a los primeros diputados liberales en la historia del Congreso argentino.






También fui testigo de las primeras políticas universitarias de la democracia, con sus ventajas y falencias: el ingreso irrestricto, el cual siempre objeté porque creo en el mérito y en el esfuerzo más que en la inclusión por la inclusión misma; la "gratuidad" de los estudios universitarios, financiada por supuesto, por nuestros impuestos, aun de los que nunca pisaron una Casa de Altos Estudios; la expulsión y hasta exoneración de profesores del "viejo régimen", vía asambleas estudiantiles, juzgados sin defensa in situ, por cargos ciertamente políticos y arbitrarios; el gobierno de los no docentes, gradualmente convertidos por obra y gracia de las componendas políticas, en verdaderos dueños de las Facultades; el deterioro de las condiciones edilicias y de infraestructura educativa; el deterioro salarial docente, por la inflación y demás flagelos, que nunca se corrigieron sustancialmente, a lo largo de 33 años. Pero claro, sí defendí a rajatabla, la autonomía universitaria, porque ése era el mejor método para que la propia Universidad argentina autocorrigiera sus debilidades, para que no degeneren en lacras imposibles de superar. Era la propia comunidad académica la que debiera haberlo hecho, pero aparentemente por el punto en el que estamos y motiva este análisis, no lo ha hecho.

Luego continuó mi vida como graduado universitario, trabajando en fundaciones y demás, pero nunca entendí algo que creo, es un enorme déficit pendiente de las Universidades: la desconexión con el mundo laboral y el de sus graduados en particular. No hay ninguna articulación institucional, ni desde el Ministerio, ni desde la Secretaría de Políticas Universitarias ni desde las propias Facultades, que vincule de manera permanente a quienes nos graduamos con nuestras viejas Casas de Estudios, excepto claro está, aquellos que siguen relacionados, porque inician y prosiguen la carrera docente, en las mismas unidades académica que los vio nacer.

Los ochenta terminaron con una situación presupuestaria y salarial caótica, acorde a la hiperinflación con la que culminó Alfonsín su mandato. Muchos colegas recuerdan los paros docentes de 1988 y 1989, que les hicieron perder varios turnos de examen y retrasar el final de sus carreras. Ya no era mi caso, porque egresé en agosto de 1988, previendo que la situación se iba a deteriorar día a día. Siguió el menemismo y sus diez años de Convertibilidad, donde el salario quedó congelado pero no había inflación. 

Fueron años en donde se institucionalizó el organigrama ministerial dedicado a las Universidades, que crecieron en número, casi llegando a las 40, creándose en el conurbano bonaerense pero también otros puntos del mapa argentino, por ejemplo, en el centro del país, en Córdoba, más exactamente, en Villa María, mi reducto laboral docente desde 1999. En un ejemplo claro de cómo se generaban y aprobaban esos proyectos universitarios, la ciudad, en aquel momento, gobernada por los radicales, pergeñó un proyecto universitario interesante, lo consensuó con peronistas e independientes, cobijó a los institutos de enseñanza terciaria, los mismos que ahora Macri quiere volver a reconstituir y que en ese momento, estaban amenazados por el gobernador cordobés, el padre del actual intendente de la capital mediterránea, el dentista Ramón Mestre y lo presentó vía un diputado oficialista que ofició de "lobbysta", D`Àlessandro para que se cree la Universidad. Esta salió finalmente favorecida, sobre otros cuatro proyectos cordobeses, lo cual revela la cantidad de sueños y expectativas universitarias que existen en el país, desde hace larga data, aunque nunca se tenga en cuenta o se piensen, en función de las posibilidades financieras y presupuestarias del país. Tampoco hay quien afirme, desde el gobierno, si tiene o no sentido abrir tal o cual Universidad en tal o cual punto del país, si es necesario, si es pertinente, si es viable, si es útil. El propio Menem también favoreció la creación de Universidades privadas, desde la UAI, vinculada originalmente a la surcoreana Secta Moon, hasta la UCEMA, de los monetaristas Fernández y Rodríguez que pasaron sin pena ni gloria por el elenco gobernante pero lograron sí oficializar su privado Centro de Estudios pasando por la Austral, ligada al Opus Dei. Como se ve, la Universidad argentina, quedó presa de intereses particularistas, pero en el caso de la pública, tampoco el peronismo, resolvió reconfigurarla. Creó nuevas sin criterio, pero hibernó las existentes, legitimando insólitas y variadas alianzas entre radicales, agrupaciones de izquierda, socialistas y unos poco peronistas (siempre marginales en el ámbito electoral universitario) y ayudó a generar Universidades privadas, premiando a "amigos y allegados. Como única mención digna de destacarse, tal vez, la CONEAU, el organismo multipartidario que se encarga de "evaluar" de una forma muy especial, es una criatura que nació con el menemismo. De todos modos, ya en 1999, quedaba claro que el sistema universitario era todo menos un "sistema", más bien sólo un "conjunto".



Tras dicha década, que ya empezó a usar y cooptar la docilidad de Decanos y Rectores, más las cúpulas gremiales de docentes y no docentes,  que optaron por privilegiar sobrevivir individualmente a costa de cambiar las estructuras institucionales y de incentivos salariales y presupuestarios, que gobiernan las Universidades, accede al poder presidencial, el radical De La Rúa, al frente de una Alianza, donde convergían intereses universitarios. Muchos docentes antiperonistas, votaron y se ilusionaron con la Alianza. Pero cuando en el año 2001, el también radical (y liberal), quien hizo toda su carrera estudiantil, militante y profesional en la UNLP, entonces Ministro de Economía, Ricardo López Murphy, no por convicciones, sino por necesidad presupuestaria, dada la pesada herencia de deuda dejada por el menemismo, planteó la necesidad de reducir los sueldos en un 30 %, arancelar los estudios universitarios y hasta provincializar las Universidades nacionales, los docentes y no docentes universitarios, liderados por la elefantiásica UBA, que había tolerado más de dos décadas de la corrupta y feudal gestión del Rector también radical (pero de la línea interna opuesta a López Murphy), Shuberoff, salieron a las calles, provocando el derrocamiento del "osado" Ministro. Los mismos que, meses más tarde, cuando el gobierno de Eduardo Duhalde (peronista no menemista), devaluó también un 30 % y provocó el default de la deuda argentina, se llamaron a un increíble silencio, porque en realidad, ya empezaban a pergeñar su extraña y servil alianza con el nuevo poder. En efecto, los universitarios adhirieron a Duhalde y mucho más aún, a su "delfín" para las elecciones de 2003, el patagónico Néstor Kirchner, quien finalmente, provocaría el renunciamiento de Menem en la segunda vuelta presidencial.

Se inició allí, lo que los universitarios argentinos, en una buena mayoría, consideran el período "más brillante" de la historia universitaria argentina. En efecto, pueden leerse algunos de esos "logros" con los que el kirchnerismo construyó su "relato" logrando la adhesión ciega de la comunidad universitaria argentina, de peronistas, progresistas, radicales, izquierda y hasta trotzkistas, a lo largo de estos años, en este artículo de Alejandro Grimson en Página Doce: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-299222-2016-05-13.htmlGrimson pertenece a esa pléyade de "intelectuales" que fueron seducidos por el nuevo gobierno y también cooptados en la paraestatal  "Carta Abierta", un grupo algo heterogéneo de aplaudidores permanentes de las políticas educativas kirchneristas, integrado por filósofos, antropólogos, comunicadores, periodistas, escritores, profesores universitarios, etc. 

Respecto a las políticas públicas del kirchnerismo hacia la Universidad, el capítulo salarial merece una atención especial. Tras la fenomenal devaluación del 2001, los salarios públicos quedaron licuados por la inflación renaciente y recién en el año 2005, producto de complejas negociaciones con los gremios y en donde, el gobierno dividió aún más el movimiento sindical, creando la oficialista FEDUN, sobre la base del gremio docente de la siempre elástica UBA, pudieron recuperarse y superar por un par de años, a la inflación. Esto explica en gran medida, la quietud  y el conformismo salarial de los docentes durante años, a pesar de que en el bienio 2008-2009, los sueldos volverían a atrasarse pero CFK a través de sus Ministros de Economía lograrían apelar a acuerdos salariales con aumentos desdoblados en el año, superiores a la inflación artificial del INDEC pero inferiores a la inflación real estimada.Lo mismo haría haría tras la devaluación de enero de 2014.

Sin ningún tipo de variantes, el Ministerio de Educación continuó con los instrumentos usados por el menemismo en la década anterior. Incentivos, un ingreso extrasalarial "en negro" que cobran los docentes universitarios en tres cuotas durante el año, pero con 12 meses de retraso; becas presidenciales para estudiantes; programas de intercambio con alumnos latinoamericanos -sí, la Universidad argentina subsidia a 40000 alumnos del continente que consiguen en nuestro país, el acceso libre que no obtienen en sus naciones de origen-; ampliación de las becas del CONICET a miles de jóvenes graduados docentes, para especializarse en estudios de postgrado tanto en Ciencias Sociales como en Básicas, sin ningún criterio de planificación nacional del recurso humano calificado, excepto el clientelar; mejoramiento edilicio de algunas Universidades y construcción de nuevas instalaciones para laboratorios especializados en genética de semillas, como el de la UNR, para empresas privadas como el holding agropecuario Los Grobo, en otro sinsentido de la contradictoria CFK; estímulo a investigaciones científicas (vacunas, satélites, reactores nucleares) pero en instalaciones de las Universidades en numerosas ocasiones, en estado precario, al margen de las normativas vigentes, como se comprobó en el lamentado accidente en un laboratorio o planta piloto de la UNRC, que dejó un saldo luctuoso de 7 muertos en 2007; cientos de contratos de triangulación de obras públicas o camuflado de prestaciones de asesoramiento técnico que no se concretaban, en Universidades, esta vez manejados discrecionalmente por el Ministerio de Planificación del hoy procesado Arquitecto Julio De Vido, etc.

La creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, fue otro hito de la política kirchnerista. Los Kirchner siempre imaginaron a partir de las sugerencias de Lula y Chávez, la necesidad de poner a todo el sistema científico argentino, al servicio de un esquema de producción industrial nacional, con un Estado omnipresente y orientado al consumo del mercado interno. Los años noventa, con la globalización, eran la contracara de este proyecto que en realidad, recogía mucho de los antecedentes de los años cincuenta y sesenta, bajo otros contextos. En términos prácticos, ese desdoblamiento ministerial implicó mayor participación e injerencia del Ministerio a cargo de De Vido.

En un contexto de mayor presupuesto universitario en función del PBI, como nunca antes, con más programas y más alumnos, nadie se preocupó ni por los procesos ni por los resultados. Se gradúan apenas entre el 10 y el 30 % -según Facultades- de los que ingresan en las Universidades estatales y apenas el 40 % en las privadas. A pesar de la Ley 27204 de noviembre de 2015, que el kirchnerismo trató de amarrar, garantizando aún más el ingreso sin restricciones, la población de ingresantes ya ni siquiera es tan masiva como antes, porque deserta el 50 % en el secundario y Argentina tiene hoy a pesar de tanto discurso universalista y de accesibilidad gratuita, menos alumnos proporcionalmente (un total de 1,5 millones, repartidos en un 80 % estatales y 20 % privados) que el sistema universitario chileno (1,13 millones), hasta hace poco, arancelado, con esquema de créditos y con una dura prueba nacional anual de ingreso. En 12 de las 58 Universidades estatales, más del 80 % de los estudiantes aprobó apenas una sola materia. En el cuadro general, el 44 % de los estudiantes no aprueba más de una matería por año. Esto hace  que las erogaciones presupuestarias de las que se jactaba el matrimonio Kirchner en favor de la educación universitaria, pierdan valor. Según Alieto Guadagni, en el año 2011, el presupuesto para las 40 Universidades de aquel entonces, con 70.370 graduados, era de 4.548 millones de dólares (18.829 millones de pesos), es decir, que cada graduado costó 64.633 dólares.

Véanse al respecto, estos links: 
http://chequeado.com/ultimas-noticias/fortuna-un-egresado-de-una-universidad-publica-cuesta-mas-que-en-la-privada-mas-cara/,
http://chequeado.com/el-explicador/claves-para-entender-el-presupuesto-universitario-y-su-vinculo-con-los-paros/
http://chequeado.com/ultimas-noticias/llach-el-porcentaje-invertido-en-2010-en-educacion-ciencia-y-tecnologia-es-casi-identico-al-del-periodo-1999-2001/
http://www.lanacion.com.ar/1820557-que-la-politica-no-corrompa-las-nuevas-universidades

Siguen existiendo alumnos crónicos, como en mi vieja época de estudiante, el plazo de permanencia promedio en las carreras aumentó y la desigualdad social también creció, porque si bien algunas Universidades del interior, permitieron graduarse a las primeras camadas en una familia, los alumnos de las Universidades más grandes en las capitales más pobladas, siguen siendo de clase media que bien puede costearse una Universidad privada. En la Argentina asiste a la Universidad, el 43% de los jóvenes del quintil superior en la distribución del ingreso, pero apenas son alumnos universitarios el 12% de los jóvenes de los hogares pobres -en Chile, el 17 %-. La calidad es menor, se sigue estudiando con fotocopias y no libros y no hay ningún incentivo en la escala salarial docente, para que un buen docente gane más que un mal profesor: ambos cobran por antigüedad. El docente universitario sigue ocupando un rol de poca relevancia social y hasta graduados de algunas carreras que contaban con prestigio social, hoy lo han perdido. Tantos años hablando de la plétora médica argentina, en uno de los países con mayor cantidad de médicos por habitante, se siguen abriendo sin control, nuevas carreras de Medicina y los graduados ya empiezan a trabajar en empresas de ambulancias, como choferes o camarilleros. En el lugar opuesto, no hay suficientes ingenieros en telecomunicaciones o geólogos. 

Cómo se explica entonces el "éxito" y la seducción del modelo K sobre los profesores universitarios? Vía la prédica y distorsión de la historia argentina, con el legado de los DDHH y los desaparecidos, cuestión a la que se ha referido suficientemente Ceferino Reato, incluso creando entre las 18 nuevas Universidades desde 2011, una con el nombre de "Popular de Madres de Plaza de Mayo" (hoy intervenida por sus enormes irregularidades); mediante la incorporación de docentes e intelectuales a los medios públicos de comunicación; con un léxico claramente antiprivatista; alimentando el resentimiento de enormes capas de clase media, contra el campo y empresarios, a través de su aparato propagandístico estatal; estimulando la inclusión de leyes postmodernas, como la de aborto o uniones civiles gays, con las que atraería más a los universitarios (docentes y estudiantes); pero sobre todo, con un enorme poder manipulador, vía la política rudimentaria pero eficaz de "la chequera y el látigo"sobre Rectores y Decanos de las ahora 58 Universidades públicas, el kirchnerismo logró que la Universidad argentina hoy, sea mayoritariamente recelosa o refractaria al proyecto Macri. Que no es el mismo de López Murphy, sin pretender siquiera en pensar en arancelar, privatizar, provincializar ni ajustar las Universidades, pero que decididamente y esto es lo más preocupante, a diferencia de otras áreas, no tiene muy claro qué hacer con ellas, tal vez, porque precisamente a priori, no les son tan afines aunque tampoco quisiera obrar de manera manipulativa, como lo hizo el gobierno antecesor. Un ejemplo elocuente de "ese mitad de camino" en el que queda el gobierno de "Cambiemos", fue el nombramiento de un verdadero "outsider" al sistema universitario argentino, como el productor televisivo de "Animales Sueltos", Juan Cruz Avila, al frente de la SPU en enero, lo cual fue rechazado de inmediato por toda la comunidad universitaria, por extemporáneo e irrespetuoso al "sistema".

Hace un mes, estalló el conflicto salarial. Producto de la devaluación de diciembre de 2015 y el tarifazo de febrero de este año, recrudeció el reclamo salarial de los 130.000 docentes universitarios que ocupan 170.000 cargos más 12.000 preuniversitarios (con 23.000 cargos en colegios de las Universidades) y entonces, Macri se enfrentó a un plan de lucha gremial docente a la antigua, como en los ochenta, que incluye paros, cortes de calles, marchas, clases públicas, etc., sobre la base de la unión de las cinco centrales sindicales docentes, que antes estaban desunidas. El jueves pasado, en Plaza Houssay, enfrente del Palacio Pizzurno, donde se sitúan el Ministerio de Educación y la SPU, los docentes y estudiantes fundamentalmente de la UBA y algunas Universidades kirchneristas, se concentraron para leer discursos en contra del "ajuste" y la "defensa" de la Universidad pública. Estamos en 2016 pero pareciera en las cabezas de quienes estuvieron allí, que estamos en el caótico 2001. Lo paradójico que allí, estaban todos, incluyendo los ex funcionarios K como Filmus, Sabatella, Abal Medina, Tomada, etc.




Independientemente de que se llegue a un acuerdo salarial final, lo que falta es otra cosa. Un verdadero debate sobre el sentido y el rol de la Universidad pública argentina. En tal sentido, es interesante el artículo de Luciana Vázquez, el mismo jueves 12 en el Diario La Nación: http://www.lanacion.com.ar/1897746-un-tabu-que-nadie-se-atreve-a-discutir.

Macri, un admirador del ex Presidente desarrollista Frondizi, el último estadista (intelectual) en tener claro un proyecto educativo universitario integral, debe admitir que no basta con afirmar que los docentes deben trabajar pensando en el "cambio climático" o generar nuevos emprendimientos en la cabezas de sus alumnos, futuros graduados.

Porque para que ello ocurra, tendrá que escoger y ejecutar políticas de mediano y largo plazo para modificar todo aquello que los actores de la Universidad argentina han resistido a lo largo de décadas: objetivos académicos y científicos más claros, que hagan converger planificación con autonomía; estructuras salariales y de incentivos, que premien a los mejores docentes; transparencia en la gobernanza, auditando oficialmente los presupuestos de cada Universidad; asegurar mecanismos de participación política genuina, con pluralismo en las listas de gobierno y sindicales,; un debates profundo y no cosmético al interior y al exterior de cada institución académica, sobre el papel de la Universidad en la sociedad; articular acciones con el nivel secundario -algo que sí está dispuesto a apoyar Bullrich-; complementar políticas y objetivos con el Ministerio de Ciencia y Tecnología y, revisar por qué no, los principios sacrosantos y poco realistas del ingreso irrestricto y el cogobierno universitario.

Lo peor que pueda ocurrir es que la Universidad pública, financiada por todos los argentinos, se anquilose, se aísle, se convierta en un "sistema" abroquelado de intereses particularistas, que la desvíen de su rol primordial: formar a millones de argentinos, con un nivel de calidad superador, no sólo inclusivo.



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