La Dama, el general y el golpe que terminó con la pareja de conveniencia en Myanmar
La figura de Aung San Suu Kyi, desprestigiada en Occidente, es una vez más la bandera de la oposición a la asonada
Por Macarena Vidal Liy
Pekín, 7/2/21.
Para el Diario El País, Madrid, España
Conforme pasan las noches de esta semana se hace cada vez más atronador un nuevo ritual en las calles de Yangón, la principal ciudad de Myanmar (la antigua Birmania): a las ocho de la tarde, con la oscuridad, el tenso silencio se quiebra para dar paso a un fuerte ruido de sartenes y cacerolas golpeadas al unísono, de cláxones en vehículos, de gargantas que gritan “¡viva madre Suu!” y “¡no queremos militares en el poder!”.
Son los incipientes gestos de protesta después del golpe de Estado en Myanmar con el que una junta militar encabezada por el general Min Aung Hlaing, jefe de Estado Mayor, se hizo con el poder por sorpresa este lunes. Ese día, poco antes de la hora prevista para la inauguración de la nueva legislatura en el Parlamento, quedaban detenidos los líderes del Gobierno civil, la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, de 75 años, la jefa de facto del Ejecutivo y “madre Suu” a quien se encomiendan los manifestantes; el presidente Win Myint, de 69, y los diputados del partido de ambos, la Liga Nacional para la Democracia (NLD). Los tanques rodeaban el Parlamento en la capital, Naypyidaw, y se proclamaba el estado de emergencia para un año.
Desde entonces, la junta ha nombrado un nuevo Gobierno de afines, ha bloqueado las redes sociales para intentar contener las protestas, ha continuado la campaña de detenciones y ha presentado cargos contra Suu Kyi y Win Myint. Ambos pueden acabar condenados a tres años de cárcel, ella por importación ilícita de aparatos electrónicos y él por haber violado las normas contra la covid al saludar en público. Pero se multiplican los gestos de desafío: una campaña de desobediencia civil suma cada día más participantes. Surgen pequeñas manifestaciones esporádicas en distintas ciudades, ya incluso a la luz del día. Al grito de “¡respetad nuestra democracia!”, sus participantes elevan tres dedos al cielo, el gesto tomado de la película Los juegos del hambre que ya adoptaron las protestas en Tailandia.
“Si la intención de los militares con su acción era eliminar a Aung San Suu Kyi de la ecuación política, el tiro les ha salido por la culata”, opina Moe Thuzar, del think tank ISEAS en Singapur, en una videoconferencia organizada por Asia Society. La premio Nobel de la Paz “se ha convertido en la bandera, en el foco” de la resistencia al control militar, agrega esta experta.